miércoles, 27 de agosto de 2014



Los interrogantes se me acumulan en las circunvoluciones cerebrales. ¿Qué es el destino? ¿De qué material está compuesto? ¿Por qué existe? ¿Si todos tenemos un destino independiente, será porque hay un destino colectivo? ¿Para qué sirve? ¿Es fijo o modificable? A lo largo de mi vida y del estudio de otras vidas que he llevado a cabo para este epítome, veo que las personas entran y salen de nuestra vida, pero hay algunas que aunque se vayan, siempre algo provoca que vuelvan. A pesar de que insistamos en salirnos del supuesto camino trazado, tarde o temprano todo adquiere un sentido. Si por el contrario, si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, la mayoría de las veces lograremos lo que ya estamos consiguiendo. Los escritores y cantantes no hacen más que repetir una y mil veces cosas como: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”…“Al forjar nuestro destino, trazamos nuestro camino”…“Todo pasa y nada queda, y lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”... “El destino es el cambiador de tu futuro; el destino es un juego de la ruleta de variaciones a tu manera de vivir”... Lo que está claro es que nuestro destino no lo conocemos hasta que se pone nuestro punto y final. El único consuelo que nos puede quedar es saber si lo hemos aprobado con nota y si ha merecido la pena.

Cariño:

Durante la investigación de este estudio, el amor ha vuelto a cruzarse en mi camino, ¿Destino? Me preguntaba cada vez que sus labios rozaban los míos. ¿Casualidad? Me repetía cada vez que mis manos rozaban sus pechos. ¿Karma? Insistía cada vez que uníamos nuestras manos. Elena es una morena, como la Leonor que Verdi personificaba en “La fuerza del destino”. Mismos ojos, de centímetro y medio de diámetro pupilar, mismo porte, mismos labios, mismo pelo. Juntos paseábamos por los parques, hablábamos, marcábamos un porvenir, mientras yo buceaba cada noche en encontrar un sentido a aquello. Me explico. Hacía diez años que había renunciado a tener una compañera que no fueses tú, a pesar de la cantidad de sucedáneos que soportaron mis noventa kilos de peso. Trataba con quiromantes y astrólogos, del mismo modo que con filósofos y religiosos, por encontrar mi destino, mi sino, mi karma, o mi predestinación donde fuere. Entonces aparece Elena y todo mi interior se voltea como una noria. Nuestros encuentros amorosos se retrasaban porque a medida que entendía este mejunje del destino, algo en mi me decía que estaba predestinado a ti y a otro fin superior. Andaba yo en estas diatribas cuando cayó en mis manos la obra “Temor y Temblor” de Kierkegaard Soren. Sonrío con melancolía al recordarlo porque en su prólogo, se resume que es una especie de autobiografía. Esta publicación de 1799, va desgranando lo que en mi interior ocurría, en clara sinergia con Soren. Mi nuevo amigo Kierkegaard trata de demostrar que es posible conciliar el amor sensual con el espiritual; (leo textual) Kierkegaard lo niega: “placer físico y reflexión no pueden convivir”. Por otra parte considera a Regina como la tentación con la que se trata de apartarle del camino que Dios le ha ordenado tomar, aunque al mismo tiempo considera que es el mismo Dios quien ha dispuesto esta tentación para probarlo y hacerle finalmente ver claro cuál debe ser su auténtico destino. Regina vive el mundo de las sensaciones con toda plenitud, hay en ella alegría a nivel biológico que Kierkegaard no puede compartir. De Aut-Aut a La Repetición, pasando por Temor y Temblor, Soren se explica y nos explica la totalidad de contradicciones que se dan en lo que está ocurriendo: Regina no puede acompañarle por el camino de la reflexión que lleva finalmente al estadio religioso. Regina no le puede comprender ni puede abandonar, por ahora, estadio estético en que vive. Dios le ha hecho débil físicamente y poderoso a nivel intelectual porque lo destina a una tarea determinada: es un elegido, es el Único, el Interesante, el Particular por excelencia; al mismo tiempo descubre que ser un elegido del Señor no resulta fácil ni agradable. A la vez comprende que al renunciar a Regina está renunciando a la única posibilidad de ser feliz en este mundo que le ha sido y le será brindada. Por otra parte, Regina lo ama intensamente, y él no puede aceptar ese cariño que por ser romántico, por ser estético, pertenece sólo a lo cismundano y como tal debe acabar en el tedio y la desesperación de todo lo terreno. Es eso lo que intenta decir a Regina en Aut- Aut. Y también le da a entender que se separa de ella, no definitivamente, para producirle un dolor que la madure. Gracias a ese dolor será posible la repetición, es decir, será posible reanudar las relaciones, el noviazgo, y ya ambos en la esfera ética, en la reflexión, emprender de común acuerdo el camino de lo religioso. El paralelismo que Soren y yo tuvimos me hace pensar que si el destino no está escrito, al menos debería escribirse al final de nuestras vidas un resumen. El caso es que no solo me contuvo la literatura, sino tu presencia permanente en mi corazón, y ambos inspiraron el final con Regina (mi Elena). Este detalle ha hecho que cada capítulo sea redactado tal y como han sucedido los hechos de esta investigación. Soy consciente que hay muchos momentos en esta obra, en los que la densidad de los datos evita que el libro sea de “consolilla” pasando a ser de “concentración”. También caigo en períodos en los que he cuidado y organizado el texto, con otros períodos en los que la braquiología me domina; supongo que no estamos igual de ánimo para escribir todos los días y máxime cuando se trata de estos temas trascendentales. El rasgo principal, es docere et delectare (enseñar divirtiendo): aplicando sin duda el perfil del encriptamiento del mensaje, a veces sutil y otras, dejo al lector en demasía, la posibilidad de correr su imaginación fuera del círculo.