Los interrogantes se me acumulan en las circunvoluciones cerebrales.
¿Qué es el destino? ¿De qué material está compuesto? ¿Por qué existe? ¿Si todos
tenemos un destino independiente, será porque hay un destino colectivo? ¿Para
qué sirve? ¿Es fijo o modificable? A lo largo de mi vida y del estudio de otras
vidas que he llevado a cabo para este epítome, veo que las personas entran y
salen de nuestra vida, pero hay algunas que aunque se vayan, siempre algo
provoca que vuelvan. A pesar de que insistamos en salirnos del supuesto camino
trazado, tarde o temprano todo adquiere un sentido. Si por el contrario, si
seguimos haciendo lo que estamos haciendo, la mayoría de las veces lograremos
lo que ya estamos consiguiendo. Los escritores y cantantes no hacen más que
repetir una y mil veces cosas como: “Caminante no hay camino, se hace camino al
andar”…“Al forjar nuestro destino, trazamos nuestro camino”…“Todo pasa y nada
queda, y lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”...
“El destino es el cambiador de tu futuro; el destino es un juego de la ruleta de
variaciones a tu manera de vivir”... Lo que está claro es que nuestro destino
no lo conocemos hasta que se pone nuestro punto y final. El único consuelo que
nos puede quedar es saber si lo hemos aprobado con nota y si ha merecido la
pena.
Cariño:
Durante la investigación de este estudio, el amor ha vuelto a
cruzarse en mi camino, ¿Destino? Me preguntaba cada vez que sus labios rozaban
los míos. ¿Casualidad? Me repetía cada vez que mis manos rozaban sus pechos.
¿Karma? Insistía cada vez que uníamos nuestras manos. Elena es una morena, como
la Leonor que Verdi personificaba en “La fuerza del destino”. Mismos ojos, de
centímetro y medio de diámetro pupilar, mismo porte, mismos labios, mismo pelo.
Juntos paseábamos por los parques, hablábamos, marcábamos un porvenir, mientras
yo buceaba cada noche en encontrar un sentido a aquello. Me explico. Hacía diez
años que había renunciado a tener una compañera que no fueses tú, a pesar de la
cantidad de sucedáneos que soportaron mis noventa kilos de peso. Trataba con quiromantes
y astrólogos, del mismo modo que con filósofos y religiosos, por encontrar mi
destino, mi sino, mi karma, o mi predestinación donde fuere. Entonces aparece Elena
y todo mi interior se voltea como una noria. Nuestros encuentros amorosos se
retrasaban porque a medida que entendía este mejunje del destino, algo en mi me
decía que estaba predestinado a ti y a otro fin superior. Andaba yo en estas
diatribas cuando cayó en mis manos la
obra “Temor y Temblor” de Kierkegaard Soren. Sonrío con melancolía al
recordarlo porque en su prólogo, se resume que es una especie de autobiografía.
Esta publicación de 1799, va desgranando lo que en mi interior ocurría, en
clara sinergia con Soren. Mi nuevo amigo Kierkegaard trata de demostrar que es
posible conciliar el amor sensual con el espiritual; (leo textual) Kierkegaard
lo niega: “placer físico y reflexión no pueden convivir”. Por otra parte
considera a Regina como la tentación con la que se trata de apartarle del
camino que Dios le ha ordenado tomar, aunque al mismo tiempo considera que es
el mismo Dios quien ha dispuesto esta tentación para probarlo y hacerle
finalmente ver claro cuál debe ser su auténtico destino. Regina vive el mundo
de las sensaciones con toda plenitud, hay en ella alegría a nivel biológico que
Kierkegaard no puede compartir. De Aut-Aut a La Repetición, pasando
por Temor y Temblor, Soren se explica y nos explica la totalidad de
contradicciones que se dan en lo que está ocurriendo: Regina no puede
acompañarle por el camino de la reflexión que lleva finalmente al estadio
religioso. Regina no le puede comprender ni puede abandonar, por ahora, estadio
estético en que vive. Dios le ha hecho débil físicamente y poderoso a nivel
intelectual porque lo destina a una tarea determinada: es un elegido, es el
Único, el Interesante, el Particular por excelencia; al mismo tiempo
descubre que ser un elegido del Señor no resulta fácil ni agradable. A la vez
comprende que al renunciar a Regina está renunciando a la única posibilidad de
ser feliz en este mundo que le ha sido y le será brindada. Por otra parte,
Regina lo ama intensamente, y él no puede aceptar ese cariño que por ser
romántico, por ser estético, pertenece sólo a lo cismundano y como tal debe
acabar en el tedio y la desesperación de todo lo terreno. Es eso lo que intenta
decir a Regina en Aut- Aut. Y también le da a entender que se separa de
ella, no definitivamente, para producirle un dolor que la madure. Gracias a ese
dolor será posible la repetición, es decir, será posible reanudar las
relaciones, el noviazgo, y ya ambos en la esfera ética, en la reflexión,
emprender de común acuerdo el camino de lo religioso. El paralelismo que Soren
y yo tuvimos me hace pensar que si el destino no está escrito, al menos debería
escribirse al final de nuestras vidas un resumen. El caso es que no solo me
contuvo la literatura, sino tu presencia permanente en mi corazón, y ambos
inspiraron el final con Regina (mi Elena). Este detalle ha hecho que cada
capítulo sea redactado tal y como han sucedido los hechos de esta investigación.
Soy consciente que hay
muchos momentos en esta obra, en los que la densidad de los datos evita que el
libro sea de “consolilla” pasando a ser de “concentración”. También caigo en
períodos en los que he cuidado y organizado el texto, con otros períodos en los
que la braquiología me domina; supongo que no estamos igual de ánimo para
escribir todos los días y máxime cuando se trata de estos temas
trascendentales. El rasgo principal, es docere
et delectare (enseñar divirtiendo):
aplicando sin duda el perfil del
encriptamiento del mensaje, a veces sutil y otras, dejo al lector en demasía,
la posibilidad de correr su imaginación fuera del círculo.