viernes, 29 de agosto de 2014



Me dirijo a la biblioteca. Extraigo el diccionario de su posición habitual. La conozco bien porque la visito con frecuencia. Busco “Destino” y encuentro… ¿Qué es el destino? Según el Diccionario Manual de la Lengua Española Vox es: la finalidad que se da a una cosa: el destino de estas vacas es la producción lechera. Lugar adonde se dirige alguien o algo: el tren con destino a Madrid efectuará su salida dentro de diez minutos. Trabajo que realiza una persona o lugar en el que se desempeña: acaba de aprobar las oposiciones de magisterio y está esperando saber su destino. Situación a la que llega una persona de manera inevitable como consecuencia del encadenamiento de sucesos: por la manera que ha vivido, su destino era acabar solo. Fuerza supuesta y desconocida que determina lo que ha de ocurrir. Hado, sino. Encadenamiento de los sucesos considerado necesario y fatal. Consignación o aplicación de una cosa o de un paraje para determinado fin. Empleo. Lugar a donde va dirigido un envío, viajero, etc. Cierro el libro. Lo devuelvo a su lugar y me siento a meditar en el chéster que me acompaña cada noche antes de dormir. Al enfrentarme a este reto de averiguar si hay o no un destino prefijado, he tenido que ambientarme convenientemente y para ello, he recurrido a escribir todo lo que este epítome contiene, inspirado por una obra inmortal que resume el sentir humano en relación a su destino. ¿Cuál? Me estoy refiriendo a La forza del destino. Es una ópera en cuatro actos, de Giuseppe Verdy, y libreto en italiano de Francesco Maria Piave. Con una escena adaptada de Wallensteins Lager de Friedrich Schiller. Fue representada por vez primera en el Teatro Bolshói Kámenny (luego Teatro Mariinski) de San Petersburgo, Rusia, el 22 de noviembre de 1862. La belleza de la obra envuelve el ambiente y eriza los pelos de la nuca al más pintado, sobre todo, cuando está reflexionando sobre su propio destino, como lo he hecho yo al redactar estas líneas. La coincidencia es tal que cuando repasas tu destino, vas siguiendo los mismos pasos que la ópera tocando una gran variedad de temas. ¿Cuáles? Los de siempre, el amor, el honor, la venganza, la religión, la muerte, tú mismo (el héroe romántico) y el sino. Verdi basó su música en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del escritor español Ángel de Saavedra, (Duque de Rivas). La diferencia entre la literaria y la musical, estriba en la piedad de Verdi al evitar la muerte de muchos personajes, que en la literaria existen. Me relajo. Cierro los ojos. Mientras oigo la música regreso a la Sevilla del XVII (tras la Guerra de Sucesión Española). Me imagino a un indiano, Don Álvaro. Peruano posiblemente. Enamorado de Doña Leonor. Una noble española, andaluza. Ojos negros y grandes. Melena negra zaína, impresionante mujer de dulces modales, hija del Marqués de Calatrava. Comprendo la desazón del padre porque su hija salga con un aventurero y comprendo la desazón de dos enamorados por estar juntos. El Marqués les sorprende y la fatalidad hace que la pistola del indiano se dispare y mate al padre de la chica. Reflexiono en que nosotros le decimos destino o fatalidad, porque los romanos le llamaban Fatum, al destino. Comprendo la sed de venganza de los hermanos de la chica Don Carlos y Don Alfonso, persiguiendo a la pareja. Llega un momento en que el peso de la culpa es demasiado y la chica ingresa en un convento, mientras Álvaro se hace soldado en las batallas que España lidera en Italia. Veo al destino tejer la telaraña haciendo que Carlos le imite sin saberlo y les junte en amistad en la localidad de Velletri, sin que ninguno se reconozca. De nuevo compila el destino haciendo que Álvaro caiga herido. Carlos se hace cargo de él hasta que descubre las cartas de amor a su hermana, reconociendo en su amigo al asesino de su padre. Terrible momento. Cuando Álvaro se recupera se baten en duelo y mata a Carlos. La culpa le pesa e ingresa como monje en el Convento de los Ángeles. Un convento al lado del de Leonor, sin saber que ella vive allí. Cuatro años más tarde, el segundo hermano de Leonor (don Alfonso) descubre a Álvaro y se retan en duelo. Alfonso cae mortalmente herido. Leonor aparece contemplándola escena, se acerca a su hermano, este viendo que está la "deshonrada" al lado suyo, extrae el puñal que se encontraba clavado en su pecho y la mata por considerarla cómplice. Ambos mueren en ese instante. Álvaro se siente culpable de todo y en la obra literaria se suicida, mientras que en la ópera el Padre Guardián; don Alfonso y don Álvaro rezan al cielo mientras ella muere.