Me dirijo a la biblioteca. Extraigo el diccionario de su
posición habitual. La conozco bien porque la visito con frecuencia. Busco “Destino”
y encuentro… ¿Qué es el destino? Según el Diccionario Manual de la Lengua Española Vox es: la finalidad
que se da a una cosa: el
destino de estas vacas es la producción lechera. Lugar
adonde se dirige alguien o algo: el tren
con destino a Madrid efectuará su salida dentro de diez minutos. Trabajo
que realiza una persona o lugar en el que se desempeña: acaba de
aprobar las oposiciones de magisterio y está esperando saber su destino. Situación
a la que llega una persona de manera inevitable como consecuencia del
encadenamiento de sucesos: por la
manera que ha vivido, su destino era acabar solo. Fuerza supuesta y desconocida que determina lo que
ha de ocurrir. Hado, sino. Encadenamiento de los sucesos considerado necesario y fatal.
Consignación o aplicación de una cosa o de un paraje para determinado fin.
Empleo. Lugar a donde va dirigido un envío, viajero, etc. Cierro
el libro. Lo devuelvo a su lugar y me siento a meditar en el chéster que me
acompaña cada noche antes de dormir. Al enfrentarme a este reto de averiguar si
hay o no un destino prefijado, he tenido que ambientarme convenientemente y
para ello, he recurrido a escribir todo lo que este epítome contiene, inspirado
por una obra inmortal que resume el sentir humano en relación a su destino.
¿Cuál? Me estoy refiriendo a La forza del destino. Es una ópera en cuatro actos, de Giuseppe Verdy, y libreto en italiano de Francesco Maria Piave. Con una escena adaptada de Wallensteins Lager de Friedrich Schiller. Fue
representada por vez primera en el Teatro Bolshói Kámenny (luego Teatro Mariinski) de San Petersburgo, Rusia, el 22 de noviembre de 1862. La belleza de la obra envuelve el
ambiente y eriza los pelos de la nuca al más pintado, sobre todo, cuando está
reflexionando sobre su propio destino, como lo he hecho yo al redactar estas
líneas. La coincidencia es tal que cuando repasas tu destino, vas siguiendo los
mismos pasos que la ópera tocando una gran variedad
de temas. ¿Cuáles? Los de siempre, el amor, el honor, la venganza, la religión,
la muerte, tú mismo (el héroe romántico) y el sino. Verdi basó su música
en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del escritor español Ángel
de Saavedra, (Duque de Rivas). La diferencia entre la literaria y la musical,
estriba en la piedad de Verdi al evitar la muerte de muchos personajes, que en
la literaria existen. Me relajo. Cierro los ojos. Mientras oigo la música
regreso a la Sevilla del XVII (tras la Guerra de Sucesión Española). Me
imagino a un indiano, Don Álvaro.
Peruano posiblemente. Enamorado de Doña Leonor. Una noble española, andaluza. Ojos negros y
grandes. Melena negra zaína, impresionante mujer de dulces modales, hija del Marqués de Calatrava. Comprendo la desazón
del padre porque su hija salga con un aventurero y comprendo la desazón de dos
enamorados por estar juntos. El Marqués les sorprende y la fatalidad hace que
la pistola del indiano se dispare y mate al padre de la chica. Reflexiono en
que nosotros le decimos destino o fatalidad, porque los romanos le llamaban
Fatum, al destino. Comprendo la sed de venganza de los hermanos de la chica Don
Carlos y Don Alfonso,
persiguiendo a la pareja. Llega un momento en que el peso de la culpa es
demasiado y la chica ingresa en un convento, mientras Álvaro se hace soldado en
las batallas que España lidera en Italia. Veo al destino tejer la telaraña
haciendo que Carlos le imite sin saberlo y les junte en amistad en la localidad
de Velletri, sin que ninguno se reconozca.
De nuevo compila el destino haciendo que Álvaro caiga herido. Carlos se hace
cargo de él hasta que descubre las cartas de amor a su hermana, reconociendo en
su amigo al asesino de su padre. Terrible momento. Cuando Álvaro se recupera se
baten en duelo y mata a Carlos. La culpa le pesa e ingresa como monje en el Convento de los Ángeles. Un convento al
lado del de Leonor, sin saber que ella vive allí. Cuatro años más tarde, el
segundo hermano de Leonor (don Alfonso)
descubre a Álvaro y se retan en duelo. Alfonso cae
mortalmente herido. Leonor aparece contemplándola escena, se acerca a su
hermano, este viendo que está la "deshonrada" al lado suyo,
extrae el puñal que se encontraba clavado en su pecho y la mata por considerarla
cómplice. Ambos mueren en ese instante. Álvaro se siente culpable de todo y en
la obra literaria se suicida, mientras que en la ópera el Padre Guardián; don
Alfonso y don Álvaro rezan al cielo
mientras ella muere.