Después de la cena, bajé a la barra a escuchar la
música y ver como el minúsculo local se iba llenando de turistas apiñándose en
torno a los veteranos músicos. Cuando las notas de Mood Indigo, de Duque
Ellington sonaban, mi impaciencia iba creciendo, pues Pisínoe no aparecía. Esa
noche tomé más de esa bebida local llamada bourbon hasta que mi espera tuvo
resultado con los sones de “His eye is on the sparrow”. Pisínoe y los matones
hicieron acto de presencia dirigiéndose altivos a su reservado. Pisínoe sacó su
pañuelo y yo hice lo propio con el mío.
- Pisínoe comenzó doblándolo totalmente (Necesito
hablarte).
- Apoyé el mío en mi mejilla derecha y ella hizo lo
mismo (Si).
Parecía que íbamos por buen camino, el código
funcionaba.
- Pasé el mío por la oreja derecha (No eres fiel) -
Mientras encogía los hombros a modo de interrogación.
-A lo que me contestó anudándoselo en el dedo
índice (Estoy comprometida).
Estaba claro que Pisínoe me ponía a prueba
calibrando mi valentía.
- Mordí con rabia las puntas del mío (Estoy celoso)
- Comprobando una sonrisa de agrado en su cara. Seguí doblando cautelosamente
el encaje de mi pañuelo (Soñé contigo) - Viendo como Pisínoe entreabría
sutilmente sus piernas y bajaba los ojos.
Quedaba claro que el reto mutuo estaba sobre la
mesa del bar. En el instante que los músicos tocaban “When de saints goes marchin’in”,
como por alusiones, los matones se levantaron saliendo con Pisínoe del local,
ante la admiración de muchos y el temor de los otros. Acabé mi copa y subí de
nuevo a mi infecto cuchitril esperando que el amanecer se hiciera presente destapando
las sombras y fantasmas de los rituales vudúes de nuestro alrededor.
Fui raudo a desayunar con mi amigo Ferdi, el cual
se alegró de verme tanto a mí, como supongo que a mi cartera. Le conté lo
sucedido con Pisínoe y le advertí que esa noche era la clave si quería
comprobar, como Pisínoe y yo culminábamos o como sus acompañantes me perdían sin
pies en los pantanos. Pasamos la mañana hablando de jazz, desde el ragtime o lo que es lo mismo, la
prehistoria del jazz que practicaba su ancestro Morton, hasta Louis Armstrong,
verdadero responsable del éxito y difusor mundial de esta especialidad
artística; hablamos de Joe Oliver, de Jimmy Mc. Pórtland.
En un momento dado Ferdi, se paró en la
conversación y quedó fijo, mirándome como si un nuevo secreto estuviera a punto
de desvelarse. Era consciente que otros 300 dólares estaban a punto de volar de
mi cartera a la suya y le dije adelantándome a los acontecimientos
- Te apuesto 300 dólares a que no eres capaz de
contarme un secreto que me satisfaga - Al tiempo que depositaba la cantidad
encima del mostrador.-
Ferdi, satisfecho por cómo era capaz de cerrar un
negocio sin necesidad de patanerías, sonriendo me dijo.
- ¿Sabes por qué Louis (refiriéndose a Armstrong)
hacía que en los periódicos le pusieran el slogan de “el amante de su
trompeta”?
Yo me quedé perplejo, empezaba a darme cuenta que
tras esas modestas palabras, se traducía un mensaje subliminal absoluto y
rotundo para sus oyentes femeninas. Ferdi continuo con sus misteriosas
preguntas.
- ¿Sabes qué dos cosas usaba Louis en el escenario?.
- Sí – Le dije satisfecho de mi mismo - La trompeta
y…. - Me quedé absorto cayendo en la cuenta que el músico de la frente sudorosa
siempre llevaba un ¡pañuelo blanco¡.
Ferdi cogió los billetes de la mesa sonriendo
ampliamente y dándome un palmetazo en la espalda, me dijo…
- ¡Ogmio¡ si quieres aprender del maestro, mira las
grabaciones antiguas que de él quedan y aprende a manejar “tu trompeta” - En clara
alusión al falo masculino – Aprende también el lenguaje del pañuelo y deléitate
con la música del maestro.
Sorprendido, pero halagado por haber comprado un
buen secreto salí del bar, estuve metido en mi habitación viendo videos del
maestro Louis uno tras otro, comprendiendo muchas cosas y secretos.
Llegó la
noche y pertrechado de mis armas bajé al diminuto bar antes que las hordas
turísticas acabasen ocupando los mejores puestos. La escena de las otras noches
se repitió. Apareció Pisínoe seguida de los matones y por último el capo local.
- Pisínoe empezó pasándose el pañuelo de una mano a
la otra (Estoy en la incertidumbre).
- Le respondí doblando el encaje del mío, (Soñé
contigo)
Ella sonrió más tranquila. Pasamos gran parte de la
noche comunicándonos, hasta que el grupo se levantó para irse.
- Pisínoe se paso por el hombro la mencionada
prenda (Sígueme).
Obedecí al instante acabando de un sorbo mi
bourbon. Esperé en la puerta conversando con unos y saludando a otros,
dejándome ver por si la cosa no fuese a ir bien. Dándole las buenas noches a
Allen, hice ademán de subir a la habitación a retirarme, pero me descolgué por
la ventana trasera del pasillo de nuevo al callejón. Pasó una hora de reloj, ¿Me
habría confundido en mis códigos? ¿Sería un engaño de Ferdi para sacarme los
cuartos? Estaba ya maldiciéndome por mi mala experiencia, por haber caído como
un novato turista en busca del tesoro, cuando a lo lejos vi a Pisínoe doblando
por las puntas el pañuelo (Espérame) y me tranquilicé.
Una sombra sibilina, se acercó contoneándose, me rodeó
con su pañuelo en mi cuello a modo de lazo y tirando de una de las puntas sin
decir nada me atrajo hacía ella, fundiéndonos en el primer beso. La cogí de la
mano y la conduje por las partes traseras de las calles. Pasamos a la altura
del 400 de la calle Bourbon
Street donde se sitúa el Old Absinthe House, en donde los amantes
del jazz moderno se reúnen. Dejamos a un lado también el 738 de Toulose Street
en donde se apiñan los músicos que han dejado de tocar en los locales, Funky
Butts, le llaman, aún no eran las tres de la mañana, por lo que el local estaba
aún cerrado.
Llegamos a mi barco, que era el sitio que
consideraba más aislado y privado para no poner en peligro ninguna de nuestras
vidas. Solté amarras y navegamos un rato hasta un meandro en donde dimos rienda
suelta a nuestro encuentro. Tras los preludios iniciales de desnudarnos
mutuamente, las primeras caricias y besos, comencé a practicar con ella el
llamado masaje Maya. Estimulé los cinco sentidos de Pisínoe activando el
sistema nervioso vegetativo simpático y parasimpático por medio del olfato. Para
ello quemé incienso, sándalo y varillas aromáticas de copal (resina que
proviene de los árboles). Simultáneamente conecté la música relajante con la vibración
que siente su cuerpo gracias a las tablas de mi barco. Con mis manos seguía los
acordes de esa música yendo desde el cóccix hasta el cuello. Este apartado no
podía olvidárseme pues estaba en la cuna del jazz, en donde los cuerpos de las
mulatas se sintonizan con los saxos.
Cariñosamente
le hice girarse boca abajo procurando que su cerebro se concentrara en el
sonido de la música étnica, junto a campanas tibetanas, de manera que yo
pudiera alternar la dígito presión corporal y el “Apapachotl” (masaje ancestral
que se ejecuta con los pies y brazos). Naturalmente terminamos boca arriba con
inspiraciones profundas de los aromas que se quemaban en las varillas aromáticas
y sintiendo nuestros cuerpos renovarse como lo hace la tierra y el universo.
Finalmente practicamos el ¡mantenimiento de la especie¡, hasta que ambos caímos
rendidos de cansancio, dejando un cuerpo lleno y el otro vacío.
Al amanecer regresamos al amarre. Dejé a Pisínoe
una milla más abajo para prevenir malos encuentros y decidí invitar a desayunar
a Ferdi en el número 1.008 de Decateur Street, en el restaurante Gabezo. No
había cenado y esperaba que el encargado me hubiera guardado un pescado hecho
al estilo criollo como todas las noches. Cuando finalizaba las maniobras de
amarre del barco, escuché unos aplausos desde el puente de mi embarcación. Sorprendido,
saqué la pistola de un cajón y encañoné a aquel polizón que se ocultaba en el
trasol que me daba en la cara.
- ¡Tranquilo amigo¡ - Oí que decía -
Reconocí al instante la voz de Ferdi, inquieto e
interrogante guardé el arma de nuevo en su sitio. Ferdi descendió la
escalerilla depositando 300 dólares en mi mano. Naturalmente no entendía nada. Al
ver mi cara de estúpido, Ferdi soltó de nuevo la risotada a la que empezaba a
acostumbrarme y cogiéndome por el hombro Me dijo que era en agradecimiento a
haberle demostrado como los españoles sabían hacer el amor.
Recuperado del susto, Ferdi me explicó que había deducido
mi estrategia ocultándome en el barco con Pisínoe, lejos de los matones. Así es
que él se había adelantado a mi estrategia para observarnos. Tras la justificación
y una vez tenía un buen café en mi estómago comencé a explicarle cual era mi
secreto en el amor. Le dije que como científico, aplicaba mis conocimientos en
estimular los cinco sentidos de mi partner al mismo tiempo. Por lo general los
amantes se preocupan alternativamente de ellos o de su pareja, y se aplican a lo sumo en tan
solo dos sentidos al unísono. En cambio yo estimulaba los cinco a la vez y me
preocupaba que ella fuese la primera en gozar antes de ser yo el gozador.
Expliqué a mi amigo como las influencias de las
sociedades de consumo, colaboran en hacernos más egoístas a las personas
haciéndonos incapaces a unos e impotentes a otros, para proporcionar el placer
sexual.
- ¡Mira Ferdi¡ - Le dije - Los estímulos
refulgentes afectan al sentido de la vista, los maquinales al oído y el tacto,
los químicos al sentido gustativo y al olfato. Si tenemos todos esos elementos
a nuestra disposición ¿por qué no los usamos? – Continué mi disertación de
manera animada - Todos hemos oído hablar de las feromonas sin tener la menor
idea de lo que son y de cuál es su composición. – Le dije manteniendo la mirada
fija en sus ojos - Para los más avezados en la curiosidad, te diré que una
parte de sus componentes son esteroides gonadotrópicos. – Tomé otro sorbo de
café mirando la cara de asombro de mi amigo - Unos los exhalamos por nuestro
cuerpo. Cada uno de nosotros olemos de una forma característica y diferente que
potenciamos con aromas artificiales. – Ferdi no se atrevía a gesticular y yo me
animaba cada vez más a seguir esta disertación - Los otros se expanden en
nuestras glándulas salivares, algo semejante al almizcle, o, en nuestras
glándulas prepuciales como el ámbar gris, o, en nuestras glándulas ováricas
como los ácidos grasos libres y cetonas macrocíclicas acumulándose hasta ser
excretadas. – La cara de Ferdi era todo un poema, acababa de introducir en su
mente datos que harían rechazar a su siguiente amante. Lo que no impidió que
culminara mi discurso –
Supongo que sus futuros y románticos momentos
copulativos se empezaban a transformar en un examen de universidad, la próxima
vez que yaciera con una mujer u hombre, porque nunca lo supe, ni se lo
pregunté. A estas alturas, no sabía si cobrarle otros 300 dólares a mi amigo
viendo como cambiaba su cara. Ante el éxtasis de mi amigo, yo me crecí y
continué hablando.
- ¡Escucha, amigo mío¡ - Le dije poniendo mi mano
en su antebrazo, en señal de complicidad - Se dice que los perfumes fueron un
invento francés del siglo XVI para ocultar la falta de higiene de los
personajes, y puede que el marketing los difundiera en aquella época. – Mi
amigo parecía una estatua de mármol - Sin embargo, de lo que no hay duda es que
en Mesopotamia se usaban secreciones glandulares de animales para ser quemadas
junto con el incienso y la mirra en los habitáculos femeninos. – En este
momento, Ferdi estaría pensando en conseguir esas secreciones glandulares de
algunos caimanes de los pantanos cercanos, porque sus ojos ya no cabían en sus orbitas.
Continué con más ejemplos –
- Los egipcios – Le dije en tono misterioso - Los
griegos y los minoicos también usaban perfumes en las ceremonias. Los árabes –
Le dije en tono de las Mil y una Noches - Hablan de las Huríes, mujeres de
grandes ojos negros y “portadoras de las mayores delicias” (traducción textual
del Corán). Ellas poseían el secreto del sándalo.
Ferdi, estaba emocionado, me preguntó sobre ¿cómo
debía ser un perfume? Le contesté que “lo suficientemente bueno en cantidad y
calidad para proporcionarle al partner sensaciones de poseer en exclusiva algo
prohibido”. En ese momento mi amigo puso otros 100 dólares en mi mano,
invitándome a continuar.
Seguí manifestándole la importancia del sentido del
tacto, poniéndole como ejemplo comparativo el que los bebés necesitan el contacto,
tanto como el alimento. Que los niños prematuros, si son estimulados táctilmente
se ponen más rápidamente al día que si no reciben esas caricias y continué exponiéndole
como había triunfado con mujeres que decían tener disfunciones sexuales con sus
maridos, naturalmente sin estar ellos presentes.
Le declaré que muchas de esas disfunciones de
pareja, sin patologías apreciables, tienen lugar cuando no se prodigan las
caricias y los mimos táctiles. Mi amigo me ratificó al estilo de un Séneca
sentenciando con una frase,
- “Si algo está prohibido, se le llama intocable” – Dijo rotundo.
- Y “cuando algo nos afecta mucho y llega a
ponernos acomplejados decimos que nos ha tocado”.
- Le respondí.
Del sentido radiante de la vista no fue necesario
comentar, porque es el que más usamos. Ferdi no parecía del todo satisfecho con
mi charla, después de haberme contemplado la noche anterior en mi barco con Pisínoe,
quería extraerme mis secretos y depositó los 200 dólares que quedaban por
compensar, encima del mostrador. Sonriendo por haber alcanzado mi objetivo con
él y estar en paz, le dije así.
- ¡Fíjate¡, hasta qué punto son importantes los
estímulos sensoriales y de los sentidos que baste decirte lo siguiente – Le
dije en tono docente - Un niño prepúber que mantenga relaciones sexuales
continuadas, le saldrá la barba antes que a otro casto, por simple efecto de la
testosterona – Ferdi asentía con la cabeza ante mis explicaciones; tanto que
solo le faltaba coger apuntes como en el colegio - Y a las chicas adolescentes
irregulares en su ciclo, - Continué diciendo - Es más fácil regularlas,
manteniéndolas internas en un colegio mayor de chicas que aplicándoles
medicaciones que modifiquen sus estructuras glandulares, tan solo por “simpatía
hormonal” de los efluvios que en el ambiente existen. Sin apercibirse de ello,
todas ellas se sincronizan asombrosamente.
El siguiente sentido, era de los preferidos de mi
amigo, por lo que le dediqué una pausa soterrada y continué diciendo.
- Respecto al gusto, no tenemos más que observar
las expresiones idiomáticas que hacemos – Le dije al tiempo que hacía las
indicaciones en el mostrador - Llamamos a las chicas cheesecakes, cuando estamos con ella sustituimos el “cariño o
cielo” por “honey” o si estás en países francófonos oyes frecuentemente “mon
petite chou”. – Tomé un sorbo de mi bebida pues la garganta se me estaba
quedando seca de tanto hablar –
-También es frecuente oír hablar de los alimentos
afrodisíacos – Dijo Ferdi, que se había quitado la mudez - El marisco o la
canela, por ejemplo.
Del sentido del oído, nada podía aportar a mi amigo
estando en la cuna del goospel y el jazz. En todas las culturas no podemos
evitar contonearnos a los sones de las diferentes músicas, dar palmas,
taconeos, subir los brazos al cielo al tiempo que oscilan las caderas, formar
movimientos ondulantes de hombros, cierre de ojos y languideces faciales que se
entremezclan con taquicardias provocadas por los crescendos y molto alegros.
Dimos por conclusa nuestra conversación cuando el sol dejaba las orillas del
río y los sones comenzaban a aparecer.
Mi lugar volvería a estar junto a Pisínoe, pese a
tener que repetir la rutina del trapo. Pasamos la noche en el meandro del río,
esforzándome por cumplir mi tradición de mantener al unísono los cinco sentidos
de mi amiga pendientes de mí. No podía evitar mirar de vez en cuando al ojo de
buey esperando ver asomarse a Ferdi en él.
A la mañana siguiente, acompañé a Pisínoe a través
de una feria que cerraba sus puertas, dejándola y despidiéndonos en el tío-vivo
del recinto. Alejándome de ella y de su vida, tarareando una improvisada mala
cancioncilla que me inspiró el momento ante la similitud de aquel artilugio
feriante y lo que estaba siendo mi vida intentando encontrar “el amor
verdadero”. Dejándola como anotación para mi Diario y recuerdo de aquellos
meses con Pisínoe para mi vejez.