viernes, 5 de septiembre de 2014

Mi Diario


Diario


Querido Diario, tú que lo sabes todo de mi, dime...Desde que entramos en el colegio, se nos intenta comprimir en la cabeza todo tipo de contenidos; desde los logaritmos al liberalismo, de la mitocondria al complemento directo y desde el rey Asoka al delta del Amazonas. En todos los casos nos diferencian sus contenidos y cualidades sin entrar en tasaciones. En cambio, no se nos enseña nada respecto a cómo comunicar los sentimientos en cada momento sin errar. Para una cultura es malo el demostrarlos, para otra es conveniente y para la tercera es signo de fortaleza. Nadie se puso de acuerdo jamás en este punto. Se nos exige ser “socialmente atractivos”, se nos califica, se nos critica pero nadie nos enseña a serlo y cuando aprendemos a serlo en una cultura; debemos empezar de nuevo en la siguiente. Cuando nos enfrentamos al momento de expresar nuestra situación dentro de lo que podíamos contemplar en el ámbito de la “comunicación sexual”, corremos el riesgo de la crítica y de la mofa. Entonces es cuando nos hablan de “confianza en la pareja”. ¿Es éste el motivo de nuestro fracaso? ¿Core (Bea) y yo nunca tuvimos confianza en el otro? Lo cierto es y así lo hemos demostrado nosotros que cuando la comunicación disminuye o se deteriora, comienzan a manifestarse los reproches y somos vulnerables ante las descalificaciones de los que nos rodean frente a nuestra pareja, creando sentimientos negativos hacia el otro. Siempre me he preguntado ¿por qué no somos capaces de expresar de modo claro y directo los propios sentimientos? Siempre tendemos a hacerlo de manera demoledora para nuestro ser querido. ¿Escribiremos nosotros también con líneas torcidas nuestro destino? Casi siempre dejamos indicios, señalamos el camino con miguitas de pan creyéndonos haber cumplido. Y esa misma conducta nos genera ansiedad si ese otro no “adivina” nuestros deseos. 

Sin Tí



Un año más tarde.
31 de agosto

Meses más tarde devolvía mi barco a su amarre español y llegaba a mi estudio de Toledo. Abría las persianas del ventanal admirando la vista completa de la ciudad que se disfrutaba desde el cigarral y dejaba en la bandeja de la mesa unos apuntes literarios para mi Diario, que siempre desarrollaba ante alguna buena inspiración a modo de recuerdo de lo vivido para mi próxima vejez.

Sonó el teléfono. Mi mirada se perdió en lejanas seducciones cuando descolgué el auricular. Así permanecí al menos un par de minutos con el receptor en la oreja y con el lapicero en la mano sin garabatear absolutamente nada en el bloc de notas. El sol penetraba por los cristales de la ventana calentando mi nuca, socavando la base de mi ensimismamiento  y no era consecuente con ello. Era completamente inconsciente de esta anormal disposición de las cosas. Tan grande era mi desasosiego, que no notaba cómo lentamente el sudor se transformaba en dos pequeños arrecifes en mi cuello. Tan solo tenía concentración en el incomprensible número de teléfono que me estaba siendo dictado desde el otro lado de la línea telefónica. El que me estaba hablando era mi abogado. Según él, alguien que me conocía del pasado se había puesto en contacto con el despacho, alegando que había visto alguno de mis epítomes en las estanterías de alguna librería de la capital y quería mi teléfono para ponerse en contacto directamente conmigo. A estas alturas, entendí que esa excusa es la más común entre las personas que tras haber leído algún escrito, tienen inquietudes de poner rostro más personal al que figura en la contraportada de los libros. Quizás para hacer algún comentario, o alguna crítica; quizás algún periodista para hacer una entrevista más larga o simplemente para que el autor les introduzca en el mundo literario. En muchas ocasiones es difícil atender semejantes solicitudes que pueden ser resueltas mediante escritos, mediante internet u otras maneras más ágiles. Con buen criterio, la respuesta del abogado, siempre es la de recoger amablemente sus datos y dejar en potestad de su cliente devolver o no la llamada telefónica. A medida que iba tomando los datos que me eran dictados, mi corazón sufría una de las mayores taquicardias de su vida. Quien se había puesto en contacto y quería verme era ni más ni menos que Beatriz, (Core como yo le llamaba en la intimidad) “otro amor imposible de mi vida”. Quería retomar la amistad después de veinte años de ausencia.

No podía a penas juzgar la metamorfosis fisiológica que mi cuerpo acababa de sufrir y escribir al tiempo. Tardé escasamente dos horas en marcar ese número telefónico. El cual mantuve en mi mano temblorosa sentado en el chéster de mi despacho durante ese mismo periodo de tiempo, mientras conseguía volver a acompasar mi mente con el atropello de recuerdos y a su vez con los latidos de mi corazón.

- ¿Sería ella de verdad? – Me preguntaba temblando - ¿De veras quería verme? ¿Cómo estaría de salud? – No paraba de hacerme preguntas de manera atropellada - ¿Seguiría con aquel tipo al que yo bauticé como “el Arallu” con el que se casó?

Tuve que coger del armario de la profesionalidad una máscara, como las que me pongo para superar mi timidez ante las preguntas de alguien; mientras mis dedos atinaban a marcar esos números en el celular.
- De esta manera – Me dije - Dejaría impreso para el futuro en el suyo mi número - Dando respuesta de este modo a su petición. - ¿Cómo empezaría a hablar? ¿Me temblaría la voz si era capaz de salir de su gruta faríngea? – Mis temores continuaban agolpándose -

Finalmente los tonos sonaron en mi tímpano como las campanadas de una iglesia. Al otro lado descolgaron, era la misma voz susurrante, encandiladora, suave y aterciopelada que había conocido antaño, ¡era ella¡ finalmente.

-             ¡Diga¡ - respondió Core.

-             ¿Están incluidos los costes de producción en el examen de mañana? - Fue mi frase de presentación.

Como si esos más de cuatro lustros no hubieran pasado y al día siguiente tuviéramos el examen de Costes de producción en la Facultad de Empresariales. Es curioso el destino, pues de las cuatro carreras que terminé, en todas, tuve como denominador común el sobresaliente de media y un amor imposible. Ella estuvo más de medio minuto sin responder. Tan solo escuchaba la respiración acelerada que me era tan conocida. Pasado ese momento me continuó la broma en la conversación, seguimos atropellándonos en la charla, interrumpiéndonos como si ambos quisiéramos resumir en cinco minutos esos veinte años de ausencia. Finalmente ella cortó el sinsentido diciéndome.

 - ¡Quiero verte¡

- ¿Estás bien de salud? - Le pregunté temiendo que su llamada encubriese alguna mala noticia de ese calibre -.

- ¿Qué quieres que te diga? – Me respondió - Más vieja, con algunas cicatrices en el cuerpo y en el alma, pero con muchas ganas de verte.

Resté importancia en ese momento a la literalidad de su frase, rebajándole la importancia que tenía, y continuándole de igual manera.
- ¡Como todos¡, yo también tengo algunos achaques – Me lamenté - Ya no soy tan fuerte como antes y en el alma también hay algunas muescas de culata.

- ¡Quiero verte¡ - Me insistía una y otra vez.

- Es fácil, solamente tienes que pronunciar la palabra mágica - Le respondí poniendo una nota de humor y reproduciendo las conversaciones encriptadas que manteníamos antaño -
- ¿Cuál es? – Me dijo más sería de lo que yo esperaba y con voz temblorosa.

- ¡Café¡ - Le dije rotundo -.

 Tras la sonrisa que adiviné que se dibujaba al otro lado de la línea telefónica. Mi mente permaneció en silencio recordando sus labios grandes, carnoso el inferior y con la perfecta perfilación de corazón del superior. Esperé la continuación de la conversación.

- ¿Dime cuándo y dónde quedamos?, pues tu eres el ocupado.

Dudé en responder que esa misma noche la invitaba a cenar y que dejaba mis compromisos para otro día. De esa manera habrían quedado completamente al descubierto mis intenciones, mis deseos y ¿no sé cuantas cosas más que quería retomar con ella?, pero conseguí retener mi impulso.

- Pasado mañana si quieres te invito a comer.- Le propuse y sin dejar que respondiese le continué, a sabiendas que la respuesta a la siguiente pregunta iba a ser afirmativa - ¿Te gusta el arroz?... pues quedamos pasado mañana en Capitán Haya en Madrid, en donde hacen uno de los mejores arroces….por cierto ¿sigues viviendo en Madrid, verdad? – La pregunta era obvia, pero aún así se la lancé -

Ella se echó a reír. Era consciente que el arroz le encantaba pues llevaba veraneando toda su vida en Xeraco, un pueblo de la costa levantina española y por otra parte había asistido en el pasado a alguna de las fiestas que yo organizaba en mi casa, en donde la paella era uno de los manjares a degustar. Tras concretar la hora y el sitio nos despedimos. A partir de ese momento ya no pude concentrarme en nada de mi vida, ni en familia, ni negocios, ni en inversiones, ni escritos, ni en presentaciones, ni tertulias, ni siquiera en los viajes. Los siguientes meses fueron ciento por cien de ella, las veinticuatro horas del día. Saqué fotos y escritos de aquella época; reí y lloré yo solo encerrado en mi estudio recordando nuestras alegrías y penas; sobretodo nuestras dos o tres despedidas. Core era el cuarto amor imposible de mi vida. De esos amores imposibles, de los que estás convencido de que podría ser “el amor de tu vida” y ¿no se sabe por qué razón? una y otra vez pasan por ella sin quedarse. Esperaba de todo corazón que no fuese la excusa para darme su último adiós.

- ¿Estaría mal?, ¿tendría alguna enfermedad incurable y quería cerrar carpetas abiertas? - Como decía yo siempre -.


Me sobrecogió el corazón de tal manera que me arrepentí como nadie sabe, de haber postergado dos días esa cita. Recuerdo haber dejado un pensamiento en mi Diario.

Sin tí



Después de la cena, bajé a la barra a escuchar la música y ver como el minúsculo local se iba llenando de turistas apiñándose en torno a los veteranos músicos. Cuando las notas de Mood Indigo, de Duque Ellington sonaban, mi impaciencia iba creciendo, pues Pisínoe no aparecía. Esa noche tomé más de esa bebida local llamada bourbon hasta que mi espera tuvo resultado con los sones de “His eye is on the sparrow”. Pisínoe y los matones hicieron acto de presencia dirigiéndose altivos a su reservado. Pisínoe sacó su pañuelo y yo hice lo propio con el mío.
- Pisínoe comenzó doblándolo totalmente (Necesito hablarte).
- Apoyé el mío en mi mejilla derecha y ella hizo lo mismo (Si).

Parecía que íbamos por buen camino, el código funcionaba.
- Pasé el mío por la oreja derecha (No eres fiel) - Mientras encogía los hombros a modo de interrogación.

-A lo que me contestó anudándoselo en el dedo índice (Estoy comprometida).

Estaba claro que Pisínoe me ponía a prueba calibrando mi valentía.

- Mordí con rabia las puntas del mío (Estoy celoso) - Comprobando una sonrisa de agrado en su cara. Seguí doblando cautelosamente el encaje de mi pañuelo (Soñé contigo) - Viendo como Pisínoe entreabría sutilmente sus piernas y bajaba los ojos.

Quedaba claro que el reto mutuo estaba sobre la mesa del bar. En el instante que los músicos tocaban “When de saints goes marchin’in”, como por alusiones, los matones se levantaron saliendo con Pisínoe del local, ante la admiración de muchos y el temor de los otros. Acabé mi copa y subí de nuevo a mi infecto cuchitril esperando que el amanecer se hiciera presente destapando las sombras y fantasmas de los rituales vudúes de nuestro alrededor.
Fui raudo a desayunar con mi amigo Ferdi, el cual se alegró de verme tanto a mí, como supongo que a mi cartera. Le conté lo sucedido con Pisínoe y le advertí que esa noche era la clave si quería comprobar, como Pisínoe y yo culminábamos o como sus acompañantes me perdían sin pies en los pantanos. Pasamos la mañana hablando de jazz, desde el ragtime o lo que es lo mismo, la prehistoria del jazz que practicaba su ancestro Morton, hasta Louis Armstrong, verdadero responsable del éxito y difusor mundial de esta especialidad artística; hablamos de Joe Oliver, de Jimmy Mc. Pórtland.

En un momento dado Ferdi, se paró en la conversación y quedó fijo, mirándome como si un nuevo secreto estuviera a punto de desvelarse. Era consciente que otros 300 dólares estaban a punto de volar de mi cartera a la suya y le dije adelantándome a los acontecimientos

- Te apuesto 300 dólares a que no eres capaz de contarme un secreto que me satisfaga - Al tiempo que depositaba la cantidad encima del mostrador.-

Ferdi, satisfecho por cómo era capaz de cerrar un negocio sin necesidad de patanerías, sonriendo me dijo.

- ¿Sabes por qué Louis (refiriéndose a Armstrong) hacía que en los periódicos le pusieran el slogan de “el amante de su trompeta”?

Yo me quedé perplejo, empezaba a darme cuenta que tras esas modestas palabras, se traducía un mensaje subliminal absoluto y rotundo para sus oyentes femeninas. Ferdi continuo con sus misteriosas preguntas.

- ¿Sabes qué dos cosas usaba Louis en el escenario?.

- Sí – Le dije satisfecho de mi mismo - La trompeta y…. - Me quedé absorto cayendo en la cuenta que el músico de la frente sudorosa siempre llevaba un ¡pañuelo blanco¡.

Ferdi cogió los billetes de la mesa sonriendo ampliamente y dándome un palmetazo en la espalda, me dijo…

- ¡Ogmio¡ si quieres aprender del maestro, mira las grabaciones antiguas que de él quedan y aprende a manejar “tu trompeta” - En clara alusión al falo masculino – Aprende también el lenguaje del pañuelo y deléitate con la música del maestro.

Sorprendido, pero halagado por haber comprado un buen secreto salí del bar, estuve metido en mi habitación viendo videos del maestro Louis uno tras otro, comprendiendo muchas cosas y secretos.

 Llegó la noche y pertrechado de mis armas bajé al diminuto bar antes que las hordas turísticas acabasen ocupando los mejores puestos. La escena de las otras noches se repitió. Apareció Pisínoe seguida de los matones y por último el capo local.
- Pisínoe empezó pasándose el pañuelo de una mano a la otra (Estoy en la incertidumbre).

- Le respondí doblando el encaje del mío, (Soñé contigo)

Ella sonrió más tranquila. Pasamos gran parte de la noche comunicándonos, hasta que el grupo se levantó para irse.

- Pisínoe se paso por el hombro la mencionada prenda (Sígueme).

Obedecí al instante acabando de un sorbo mi bourbon. Esperé en la puerta conversando con unos y saludando a otros, dejándome ver por si la cosa no fuese a ir bien. Dándole las buenas noches a Allen, hice ademán de subir a la habitación a retirarme, pero me descolgué por la ventana trasera del pasillo de nuevo al callejón. Pasó una hora de reloj, ¿Me habría confundido en mis códigos? ¿Sería un engaño de Ferdi para sacarme los cuartos? Estaba ya maldiciéndome por mi mala experiencia, por haber caído como un novato turista en busca del tesoro, cuando a lo lejos vi a Pisínoe doblando por las puntas el pañuelo (Espérame) y me tranquilicé.

Una sombra sibilina, se acercó contoneándose, me rodeó con su pañuelo en mi cuello a modo de lazo y tirando de una de las puntas sin decir nada me atrajo hacía ella, fundiéndonos en el primer beso. La cogí de la mano y la conduje por las partes traseras de las calles. Pasamos a la altura del 400 de la calle Bourbon Street donde se sitúa el Old Absinthe House, en donde los amantes del jazz moderno se reúnen. Dejamos a un lado también el 738 de Toulose Street en donde se apiñan los músicos que han dejado de tocar en los locales, Funky Butts, le llaman, aún no eran las tres de la mañana, por lo que el local estaba aún cerrado.

Llegamos a mi barco, que era el sitio que consideraba más aislado y privado para no poner en peligro ninguna de nuestras vidas. Solté amarras y navegamos un rato hasta un meandro en donde dimos rienda suelta a nuestro encuentro. Tras los preludios iniciales de desnudarnos mutuamente, las primeras caricias y besos, comencé a practicar con ella el llamado masaje Maya. Estimulé los cinco sentidos de Pisínoe activando el sistema nervioso vegetativo simpático y parasimpático por medio del olfato. Para ello quemé incienso, sándalo y varillas aromáticas de copal (resina que proviene de los árboles). Simultáneamente conecté la música relajante con la vibración que siente su cuerpo gracias a las tablas de mi barco. Con mis manos seguía los acordes de esa música yendo desde el cóccix hasta el cuello. Este apartado no podía olvidárseme pues estaba en la cuna del jazz, en donde los cuerpos de las mulatas se sintonizan con los saxos.

Cariñosamente le hice girarse boca abajo procurando que su cerebro se concentrara en el sonido de la música étnica, junto a campanas tibetanas, de manera que yo pudiera alternar la dígito presión corporal y el “Apapachotl” (masaje ancestral que se ejecuta con los pies y brazos). Naturalmente terminamos boca arriba con inspiraciones profundas de los aromas que se quemaban en las varillas aromáticas y sintiendo nuestros cuerpos renovarse como lo hace la tierra y el universo. Finalmente practicamos el ¡mantenimiento de la especie¡, hasta que ambos caímos rendidos de cansancio, dejando un cuerpo lleno y el otro vacío.

Al amanecer regresamos al amarre. Dejé a Pisínoe una milla más abajo para prevenir malos encuentros y decidí invitar a desayunar a Ferdi en el número 1.008 de Decateur Street, en el restaurante Gabezo. No había cenado y esperaba que el encargado me hubiera guardado un pescado hecho al estilo criollo como todas las noches. Cuando finalizaba las maniobras de amarre del barco, escuché unos aplausos desde el puente de mi embarcación. Sorprendido, saqué la pistola de un cajón y encañoné a aquel polizón que se ocultaba en el trasol que me daba en la cara.
- ¡Tranquilo amigo¡ - Oí que decía -

Reconocí al instante la voz de Ferdi, inquieto e interrogante guardé el arma de nuevo en su sitio. Ferdi descendió la escalerilla depositando 300 dólares en mi mano. Naturalmente no entendía nada. Al ver mi cara de estúpido, Ferdi soltó de nuevo la risotada a la que empezaba a acostumbrarme y cogiéndome por el hombro Me dijo que era en agradecimiento a haberle demostrado como los españoles sabían hacer el amor.

Recuperado del susto, Ferdi me explicó que había deducido mi estrategia ocultándome en el barco con Pisínoe, lejos de los matones. Así es que él se había adelantado a mi estrategia para observarnos. Tras la justificación y una vez tenía un buen café en mi estómago comencé a explicarle cual era mi secreto en el amor. Le dije que como científico, aplicaba mis conocimientos en estimular los cinco sentidos de mi partner al mismo tiempo. Por lo general los amantes se preocupan alternativamente de ellos o  de su pareja, y se aplican a lo sumo en tan solo dos sentidos al unísono. En cambio yo estimulaba los cinco a la vez y me preocupaba que ella fuese la primera en gozar antes de ser yo el gozador.

Expliqué a mi amigo como las influencias de las sociedades de consumo, colaboran en hacernos más egoístas a las personas haciéndonos incapaces a unos e impotentes a otros, para proporcionar el placer sexual.

- ¡Mira Ferdi¡ - Le dije - Los estímulos refulgentes afectan al sentido de la vista, los maquinales al oído y el tacto, los químicos al sentido gustativo y al olfato. Si tenemos todos esos elementos a nuestra disposición ¿por qué no los usamos? – Continué mi disertación de manera animada - Todos hemos oído hablar de las feromonas sin tener la menor idea de lo que son y de cuál es su composición. – Le dije manteniendo la mirada fija en sus ojos - Para los más avezados en la curiosidad, te diré que una parte de sus componentes son esteroides gonadotrópicos. – Tomé otro sorbo de café mirando la cara de asombro de mi amigo - Unos los exhalamos por nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros olemos de una forma característica y diferente que potenciamos con aromas artificiales. – Ferdi no se atrevía a gesticular y yo me animaba cada vez más a seguir esta disertación - Los otros se expanden en nuestras glándulas salivares, algo semejante al almizcle, o, en nuestras glándulas prepuciales como el ámbar gris, o, en nuestras glándulas ováricas como los ácidos grasos libres y cetonas macrocíclicas acumulándose hasta ser excretadas. – La cara de Ferdi era todo un poema, acababa de introducir en su mente datos que harían rechazar a su siguiente amante. Lo que no impidió que culminara mi discurso –

Supongo que sus futuros y románticos momentos copulativos se empezaban a transformar en un examen de universidad, la próxima vez que yaciera con una mujer u hombre, porque nunca lo supe, ni se lo pregunté. A estas alturas, no sabía si cobrarle otros 300 dólares a mi amigo viendo como cambiaba su cara. Ante el éxtasis de mi amigo, yo me crecí y continué hablando.

- ¡Escucha, amigo mío¡ - Le dije poniendo mi mano en su antebrazo, en señal de complicidad - Se dice que los perfumes fueron un invento francés del siglo XVI para ocultar la falta de higiene de los personajes, y puede que el marketing los difundiera en aquella época. – Mi amigo parecía una estatua de mármol - Sin embargo, de lo que no hay duda es que en Mesopotamia se usaban secreciones glandulares de animales para ser quemadas junto con el incienso y la mirra en los habitáculos femeninos. – En este momento, Ferdi estaría pensando en conseguir esas secreciones glandulares de algunos caimanes de los pantanos cercanos, porque sus ojos ya no cabían en sus orbitas. Continué con más ejemplos –

- Los egipcios – Le dije en tono misterioso - Los griegos y los minoicos también usaban perfumes en las ceremonias. Los árabes – Le dije en tono de las Mil y una Noches - Hablan de las Huríes, mujeres de grandes ojos negros y “portadoras de las mayores delicias” (traducción textual del Corán). Ellas poseían el secreto del sándalo.

Ferdi, estaba emocionado, me preguntó sobre ¿cómo debía ser un perfume? Le contesté que “lo suficientemente bueno en cantidad y calidad para proporcionarle al partner sensaciones de poseer en exclusiva algo prohibido”. En ese momento mi amigo puso otros 100 dólares en mi mano, invitándome a continuar.

Seguí manifestándole la importancia del sentido del tacto, poniéndole como ejemplo comparativo el que los bebés necesitan el contacto, tanto como el alimento. Que los niños prematuros, si son estimulados táctilmente se ponen más rápidamente al día que si no reciben esas caricias y continué exponiéndole como había triunfado con mujeres que decían tener disfunciones sexuales con sus maridos, naturalmente sin estar ellos presentes.

Le declaré que muchas de esas disfunciones de pareja, sin patologías apreciables, tienen lugar cuando no se prodigan las caricias y los mimos táctiles. Mi amigo me ratificó al estilo de un Séneca sentenciando con una frase,
- “Si algo está prohibido, se le llama intocable” – Dijo rotundo.
- Y “cuando algo nos afecta mucho y llega a ponernos acomplejados decimos que nos ha tocado”. - Le respondí.

Del sentido radiante de la vista no fue necesario comentar, porque es el que más usamos. Ferdi no parecía del todo satisfecho con mi charla, después de haberme contemplado la noche anterior en mi barco con Pisínoe, quería extraerme mis secretos y depositó los 200 dólares que quedaban por compensar, encima del mostrador. Sonriendo por haber alcanzado mi objetivo con él y estar en paz, le dije así.

- ¡Fíjate¡, hasta qué punto son importantes los estímulos sensoriales y de los sentidos que baste decirte lo siguiente – Le dije en tono docente - Un niño prepúber que mantenga relaciones sexuales continuadas, le saldrá la barba antes que a otro casto, por simple efecto de la testosterona – Ferdi asentía con la cabeza ante mis explicaciones; tanto que solo le faltaba coger apuntes como en el colegio - Y a las chicas adolescentes irregulares en su ciclo, - Continué diciendo - Es más fácil regularlas, manteniéndolas internas en un colegio mayor de chicas que aplicándoles medicaciones que modifiquen sus estructuras glandulares, tan solo por “simpatía hormonal” de los efluvios que en el ambiente existen. Sin apercibirse de ello, todas ellas se sincronizan asombrosamente.

El siguiente sentido, era de los preferidos de mi amigo, por lo que le dediqué una pausa soterrada y continué diciendo.

- Respecto al gusto, no tenemos más que observar las expresiones idiomáticas que hacemos – Le dije al tiempo que hacía las indicaciones en el mostrador - Llamamos a las chicas cheesecakes, cuando estamos con ella sustituimos el “cariño o cielo” por “honey” o si estás en países francófonos oyes frecuentemente “mon petite chou”. – Tomé un sorbo de mi bebida pues la garganta se me estaba quedando seca de tanto hablar –

-También es frecuente oír hablar de los alimentos afrodisíacos – Dijo Ferdi, que se había quitado la mudez - El marisco o la canela, por ejemplo.

Del sentido del oído, nada podía aportar a mi amigo estando en la cuna del goospel y el jazz. En todas las culturas no podemos evitar contonearnos a los sones de las diferentes músicas, dar palmas, taconeos, subir los brazos al cielo al tiempo que oscilan las caderas, formar movimientos ondulantes de hombros, cierre de ojos y languideces faciales que se entremezclan con taquicardias provocadas por los crescendos y molto alegros. Dimos por conclusa nuestra conversación cuando el sol dejaba las orillas del río y los sones comenzaban a aparecer.

Mi lugar volvería a estar junto a Pisínoe, pese a tener que repetir la rutina del trapo. Pasamos la noche en el meandro del río, esforzándome por cumplir mi tradición de mantener al unísono los cinco sentidos de mi amiga pendientes de mí. No podía evitar mirar de vez en cuando al ojo de buey esperando ver asomarse a Ferdi en él.

A la mañana siguiente, acompañé a Pisínoe a través de una feria que cerraba sus puertas, dejándola y despidiéndonos en el tío-vivo del recinto. Alejándome de ella y de su vida, tarareando una improvisada mala cancioncilla que me inspiró el momento ante la similitud de aquel artilugio feriante y lo que estaba siendo mi vida intentando encontrar “el amor verdadero”. Dejándola como anotación para mi Diario y recuerdo de aquellos meses con Pisínoe para mi vejez.

Sin Tí




CAPÍTULO 1
La vida: Es vida mientras tengas cosas que aprender, que enseñar o que mejorar


Un año antes

El otoño empezaba a dar paso al invierno, las primeras lluvias pasaban a llamarse nevadas. En los programas televisivos el cuerpo humano, que hasta el momento había sido protagonista indiscutible de la época estival, se ocultaba un año más debajo de las prendas de lana. A cambio, el paisaje de los rostros se coloreaba impulsando al admirador a salir de la rutina embarcándose en navíos imaginarios de aventuras. Una maraña de modulaciones, texturas y colores, que hasta el momento habían permanecido perdidos en los tonos pastel, florecían con colores vivos en los contornos bucales y oculares, perfeccionando los rostros femeninos. Los símbolos eternos de sensualidad enrojecían cada mañana, mostrando su insolencia y atracción al interlocutor. A lo largo de la historia de la humanidad la coquetería, ha ido perfeccionando las diferentes maneras de expresarse, de aplicar el tono adecuado a una correspondencia difusa, evitando caer en los excesos que resultan ridículos y chabacanos. No hay insignificancia que, hecha graciosamente, no halague y contribuya a ese dulce encanto de la fantasía. Continuaba buscando la respuesta a la pregunta ¿Qué es el amor verdadero?, de nuevo investigaba en lechos diferentes cada noche en la esperanza de encontrar la respuesta que me satisficiera. Tan solo acertaba a descubrir que aquellos autodenominados enamorados buscan rincones oscuros, aislamientos eternos sin importarles lo que ocurra a su alrededor. Sin tener consideración alguna al reloj y formando un mundo atomizado a parte de la realidad. Sería que de tanto buscar ¿no fuese capaz de encontrar ese amor verdadero, ese amor completo? Envidiaba a esos amores de leyenda que se contaban una y mil veces en las calles de Toledo.

- ¡Qué romántico¡ - Pensaba  que eran siempre - ¡Qué tristes¡, ¡Cuántos malos tratos descubrían del mundo – Pensaba a continuación.

Decidí marcharme al otro lado del mundo. De mi mundo, para ser más exactos. De nuevo mi barco y yo en el océano, en busca del tesoro intangible más grande de la naturaleza “el amor”. El viento y las mareas quisieron que mi rumbo se detuviera en Nueva Orleáns, a orillas del río Mississippi. Crisol de razas, de músicas, de paisajes, de cuentos y leyendas. ¿Vería a Tom Sayer?, supongo que le podría encontrar pescando con su gorro de paja y sus pantalones piratas deshilachados por algún meandro de ese traicionero río. Hoy en día tiene un color poco atrayente al baño, las orillas en las que Huckleberry y Tom hacían sus travesuras están ahora cubiertas de fábricas y almacenes. La ciudad también ha cambiado desde entonces. Del paso español tan solo quedan los nombres de las calles. Del paso francés las construcciones y el famoso barrio en el que hoy en día los turistas se agolpan. Pese a todos estos cambios, Nueva Orleáns mantiene esa melancolía del pasado.

Decidí alojarme en el mismísimo templo del jazz, en Preservation Hall. Me dirigí con paso tranquilo al 726 de la calle St. Meter. Un pequeño soborno bastó para que Allen, el encargado, me alojara en un cuchitril de este burdel del Sur; en donde los blancos buscan la música de los negros. Aquí sería de nuevo el lugar donde mi suerte amorosa me marcaría una nueva “muesca en mi culata”, me refiero a una mulata de ojos azabache que tomaba copa tras copa en la barra de aquel antro, de nombre artístico Pisínoe. Se acercó a mí la primera noche y me preguntó discretamente si me había cruzado con alguno de los duendes que abandonan el local camino de Bourbon Street dejando atrás el jazz, para adentrarse en las tranquilas aguas pantanosas del Bayou, según rezan las leyendas locales. Le contesté que era cierto que con algún duende me había cruzado en mi llegada, pero desconocía el motivo de marcharse a esa zona asquerosa. El camarero nos rellenó a ambos las copas al tiempo que Pisínoe me explicaba con halo misterioso, que los duendes iban en busca de la pureza del jazz, corrompido por nosotros los turistas. Entonces comprendí que mi estancia en la ciudad no iba a ser un camino de rosas. Eché un vistazo a la sobrealimentada clientela, descuidada en el vestir, que engullían una tras otra, las variaciones con repetición de las escasas notas que componen esa música llamada jazz. Un negro vestido con traje de chaqueta blanco, corbata negra y sombrero de paja, entró en el local acompañado de dos guardaespaldas que parecían haber acabado en la cena con todas las reses de un rancho próximo. Pisínoe se recolocó en su primitivo lugar de la barra, mientras los nuevos integrantes de aquel local del Barrio Francés, me hacían una revisión de arriba abajo.

- ¡Vaya¡ - Pensé para mis adentros - Íba a tener que olvidarme de aquella arisca mulata de ojos de azabache y piernas de ébano. Había dado con otro de esos amores prohibidos a los que ya empezaba a acostumbrarme.

Concluí en darme una vuelta por aquel Barrio Francés, escuchando el jazz que salía de cada uno de los locales. Recordé que este estilo musical había nacido en Storyville, el barrio de los burdeles. La razón es lógica si comprendes que muchos de los habitantes eran religiosos de las misas matinales dominicales, otros emparentados con ellos; no distinguían los exorcismos y vudúes, de los rituales sexuales. Todo ello unido al demasiado bochorno nocturno y a los licores, que dejaban a sus mujeres ligeras de ropa y perfilando sus contornos las prendas que portaban, por los efectos del sudor. Pisínoe era una de las chicas que el capo del canoutier tenía en exclusiva y por la que hacía pagar al pretendiente, sumas considerables de dinero, o si antes no le había abandonado sin pies en alguno de los recodos del pantano. Tras mi paseo, regresé al alojamiento. En el local seguían los ritmos, los escasos turistas habían abandonado y tan solo quedaban los negros. Ellos ponían copas, barrían el local y tocaban los instrumentos; tan solo el grupo mafioso y yo quedábamos como público.

Pisínoe extrajo de su cintura un pañuelo, observé cómo hacía movimientos sutiles combinados con los propios para los que fue concebida esa prenda. Pisínoe se pasaba por los labios el trozo de tela, después lo dejaba caer al suelo, se secaba el sudor de la frente y dejaba sutilmente resbalar por los ojos. Así estuvo toda la noche hasta que me retiré a mi habitación cansado del viaje y del calor. Un ventilador de techo era todo el aire acondicionado que poseía mi mansión. El calor acumulado entre esas cuatro paredes hizo que me fuera imposible conciliar el sueño, daba vueltas sin parar en mi colchón, sudando en una especie de duermevela agotadora. Mi mente luchaba contra monstruos. Entre sueños, imaginaba a mi lado a Pisínoe mezclándonos entre las escasas sábanas.

De repente caí en la cuenta y me levanté de un salto, ¡Pisínoe me estaba hablando con el pañuelo¡ Recordé de nuevo a mi abuela diciéndome que en verano usaban en España el abanico pero en invierno, el amor no se queda en las estanterías, sigue aflorando entre los amantes clandestinos. Era entonces cuando sustituían el abanico por el pañuelo. Debía recordar ese código y no podía por el calor, estaba a punto de amanecer y decidí acercarme a mi barco a intentar localizar ese maldito código. Al bajar eché un vistazo de reojo a la barra del bar, a la espera de tener un fortuito cruce de miradas con Pisínoe. En ese momento permanecía cerrado, ¡mi diosa Cibeles no estaba por la labor de ayudarme¡ Salí a la calle orientando mis pasos al barco, atravesé Bourbon Street. La antigua zona residencial se había transformado en el barrio chino. Suspiré pensando que esta colonización de bazares estaba extendiéndose por el resto de ciudades del mundo por igual, acabando con el pasado de unos y cubriendo de melancolía a los otros.

- ¡Nihao¡ ¡nihao¡… - Íba saludando a cada paso a los comerciantes chinos que abrían sus comercios en el alba, al lado de los clubes ya cerrados. ¡Xie-xie¡ - Respondían si les compraba algo.

 Seguí mi paseo por Jackson Square y la catedral de St. Louis, en donde los entarimados de las actuaciones nocturnas descansaban hasta el próximo anochecer en el que las bandas de saxos, de bajos y de trombones las abrigarían de nuevo.

En mi barco tampoco encontré lo que estaba buscando. Quise desayunar pero el café se me había acabado. Regresé sobre mis pasos hasta un bar que me recordaba a los europeos. Lo regentaba Ferdinand, al instante nos caímos bien y comenzamos a hablar de nuestro nostálgico mundo. Mi nuevo amigo me preguntó como es natural, ¿cuál era el motivo que me había llevado hasta esa ciudad? Le contesté, que algo a caballo entre querer cambiar mi vida y la búsqueda del amor. Ferdi, como así le llamaban todos, se echó a reír a mi costa bien a gusto. Al detener su mofa le pregunté desairado por el motivo de la burla, él salió de la barra y se sentó complaciente a mi lado diciéndome que ese era el motivo que prevalecía entre los turistas de allí que no venían en un tour organizado en busca de jazz. Yo le comenté mi suceso de la noche anterior con Pisínoe, contestándome que había tenido suerte al tropezar con ella y que una mujer deseada por todo el pueblo se hubiera fijado en mi. Como es lógico le comenté la escena del pañuelo y dándome un abrazo Me dijo que era su héroe, que en contadas ocasiones Pisínoe había aceptado a alguien y menos capaz de enfrentarse a su chulo.

Yo no tenía preocupaciones por el chulo ni por sus matones. En mis viajes había escapado de líderes extorsionadores más peligrosos que ellos,  tras acostarme con sus hijas y de jefes de narcotraficantes tras seducir a sus mujeres, no me iban a preocupar tres matones de barrio. Pero ¡no sabía comunicarme con ella¡. Ferdi se echó a reír escandalosamente y Me dijo que me contaría el secreto de su pariente. Dio la casualidad que era descendiente del famoso Ferdinand Joseph Lamothe, conocido por todos como Jelly Roll Morton. Para unos el creador del jazz, para otros el Casanova americano. Se contaba de él que fue capaz de satisfacer sexualmente a diez mujeres en una noche gracias a su buen dotado armamento y sus dotes musicales. Ferdi se ausentó unos minutos, cuando regresó a mi lado; con cara de seriedad me estrechó la mano y me hizo jurar que ese secreto permanecería entre nosotros de por vida. Lo único que me pidió a cambio, era que el día que Pisínoe y yo estuviésemos juntos; él pudiera observar la escena de amor. Supuse más tarde, cuando salí del bar, que eso mismo haría con cualquier turista agradecido como yo que le diese 300 dólares de correspondencia y desayuno. A cambio de un raído papel con un supuesto “código del pañuelo”. No obstante me aprendí el maldito código a la espera de la noche.

Nota de Ferdinand : Lenguaje del pañuelo:
Apoyarlo en la mejilla derecha: Si
Apoyarlo en la mejilla derecha izquierda: No.
Anudárselo en el dedo Índice: estoy comprometida.
Anudárselo en el dedo anular: Soy casada.
Anudárselo en la mano: soy tuya de verdad.
Pasárselo por el labio: Deseo correspondencia.
Dejarlo Caer: Seremos amigos.
Pasarlo por los ojos: estoy triste.
Pasarlo por la oreja derecha: No eres fiel.
Pasarlo por la oreja izquierda: Te he de dar una carta.
Pasarlo por la mano izquierda: Te aborrezco.
Pasarlo por el hombro: Sígueme.
Doblarlo totalmente: Necesito hablarte.
Doblarlo por las puntas: Espérame.
Retorcerlo con ambas manos: Indiferencia.
Retorcerlo con la mano derecha: Amo a otro.
Retorcerlo con la mano izquierda: No quiero saber nada.
Jugar con él apáticamente: Te desprecio.
Morder las puntas: Estoy celosa.
Doblar cautelosamente el encaje: Soñé contigo.
Arrugarlo como una pelota: el asunto se complica.

Pasarlo varias veces de una mano a otra: Estoy en la incertidumbre.

Proverbios

Crece donde has sido plantado. Empieza a tejer, y Dios te dará el hilo. Proverbio Alemán

Cuando apuntas con un dedo, recuerda que los otros tres dedos te señalan a tí. Proverbio Ingles

Cuando de cada ocho marineros siete son timoneles, el navío termina yéndose a pique. Proverbio Chino

Cuando dos elefantes riñen la que se lamenta es la hierba. Proverbio africano

Cuando el carro se ha roto mucho os dirán por donde se debía pasar. Proverbio Turco

Cuando el dedo señala a la luna el imbécil mira el dedo. Proverbio Chino

Cuando el dinero habla, la verdad calla. Proverbio chino

Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que tu silencio. Proverbio indio

Cuando se desahoga el sentimiento, la pena es menos. Proverbio español

Cuando se reúnen los aduladores, el demonio sale a comer. Proverbio inglés

Cuando se monta un elefante, no molesta el rocío. Proverbio africano

Cuando se trabaja no se tiene tiempo de ganar dinero. Proverbio judío

Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta. Proverbio chino

Cuando la piedra ha salido de la mano, pertenece al diablo. Proverbio suizo

Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución. Proverbio chino

Cuanto más grande la cabeza, más fuerte la jaqueca. Proverbio sueco

Cuando todo está perdido, aún queda la esperanza. Proverbio Hindú

Cuando uno no sabe bailar, dice que el suelo está húmedo. Proverbio malayo

Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada. Proverbio árabe


Decídmelo y lo olvidaré, enseñádmelo y lo recordaré, implicadme y lo entenderé, apartaos y actuaré. Proverbio chino

expresiones curiosas

Papamoscas (de papar moscas) ‘pájaro de unos quince centímetros de largo desde el pico hasta la extremidad de la cola, de color gris por encima, blanquecino por debajo con algunas manchas pardas en el pecho, y cerdas negras y largas en la comisura del pico. Se domestica con facilidad y sirve para limpiar de moscas las habitaciones’.

Peña. Del latín PINNA ‘almena’, porque las rocas que erizan la cresta de un monte peñascoso se parecen a las almenas de una fortaleza.

Pirámide. Del latín PYRĂMIS, -ĬDIS y este del griego πυραμίς, -ίδος, originariamente ‘pastel de harina de trigo de forma piramidal’, derivado de πυρός ‘harina de trigo’.

Piropo. Del latín PYRŌPUS, y este del griego πυρωπός, compuesto de πυρ ‘fuego’ y ωπός ‘ojo’, ‘vista’, es decir: ‘fuego en la mirada’.

Planeta. Del latín PLANĒTA y este del griego πλανήτης ‘errante’, llamado así por contraste con las estrellas, que parecían fijas.

Propinar ‘administrar una medicina’, ‘dar un golpe’. Del latín PROPINĀRE y este del griego προπίνειν ‘beber antes que alguien’, ‘beber a su salud y luego darle el resto de la copa’, ‘dar de beber’, ‘dar, regalar’. No es de extrañar, por tanto, que antiguamente se usara este verbo en nuestro idioma con el significado de ‘dar de beber’, ahora muy poco usado, de donde pasó a ‘administrar una medicina’. La acepción ‘dar un golpe’, la más empleada en la actualidad, es también la más reciente.

Quirófano. Se formó al principio del s. XX y a partir de la palabra quirúrgico, manteniendo el primer componente, quiro- ‘mano’, y sustituyendo el segundo por el griego φαίνειν ‘mostrar’, para designar la sala de operaciones provista de cristales que permiten observar la marcha de la intervención desde fuera.

Ramera ‘prostituta’. De ramo, porque, fingiendo tener taberna, ponía como señal un ramo en su puerta.

Redoma, del árabe hispánico *ratúma y este del árabe clásico ratúm ‘estrecha de vulva’.

Reñir. Del latín RINGI ‘gruñir mostrando los dientes’, aplicado a un perro, de donde ‘estar furioso’, aplicado a una persona.

Restaurante. Copiada del francés restaurant, esta voz procede del participio activo del verborestaurar ‘recuperar’, ‘reparar’. Etimológicamente viene de RESTAURABO, futuro del verbo latino RESTAURO, usado por un francés apellidado Boulanger en 1765 cuando abrió el primer restaurante de París, en cuya entrada escribió las siguientes palabras: «VENITE AD ME OMNES QUI STOMACHO LABORATIS ET EGO VOS RESTAURABO» («Venid a mí todos los que tenéis molestia en el estómago, y yo os repondré»).

Rinoceronte. Del latín RHINOCĔROS y este del griego ῥινόκερως; de ῥίς, ῥινός ‘nariz’ y κέρας ‘cuerno’.

Salamanquesa. Alteración de salamandra, a la que el vulgo atribuía poderes maléficos, por influencia del nombre de la Universidad de Salamanca, que, según la creencia popular, era sede principal de actividades nigrománticas.

Sarcasmo ‘burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo’. Del latín SARCASMUS y este del griego σαρκασμός, derivado de σαρχάζειν ‘desollar, sacar la piel’.

Sarcófago. Del latín SARCOPHĂGUS y este del griego σαρκοφάγος ‘que devora la carne’.

Satélite. Del latín SATELLES, -ITIS ‘guardia de corps’, ‘miembro de una escolta’, ‘sirviente’.

Sicalipsis ‘malicia sexual, picardía erótica’. Del gr. σῦκον, higo, y ἄλειψις ‘acción de untar’, ‘frotar’.

Sien. Del anticuado sen ‘sentido, juicio, discreción’, y este del germánico *sĭnn, influido por sentir, pues popularmente se creía que la inteligencia residía en las sienes.

Sierra. Del latín SERRA ‘sierra de aserrar’, ‘línea de montañas’. Ambos significados pasaron al castellano; el segundo, ‘línea de montañas’, se trata de una metáfora, por comparación con el aspecto dentado de las cordilleras.

Subasta. Del latín SUBHASTĀRE, de SUB HASTA ‘bajo la lanza’, porque la venta del botín cogido en la guerra se anunciaba con una lanza.

Suplicar. Del latín SUPPLICĀRE, derivado de SUPPLEX, -ICIS ‘el que se dobla prosternándose’.

Tiquismiquis ‘reparos vanos’, ‘expresiones afectadas’. Del latín macarrónico tichi michi, alteración vulgar de TIBI, michi [MIHI], que significaba ‘para ti, para mí’.

Torero. Del latín TAURARIUS ‘gladiador que lidiaba toros’, ya en una inscripción pompeyana.

Tortuga. Del latín tardío TARTARŪCHUS ‘demonio’, y este del griego tardío  σαρκοφγος ‘habitante del Tártaro o infierno’, porque los orientales y los antiguos cristianos consideraban que este animal, que habita en el cieno, personificaba el mal.

expresiones curiosas

Muchas palabras tienen un origen realmente curioso, tanto por su etimología como por su significado. He aquí algunos ejemplos que hemos encontrado en los diccionarios que son la base de las consultas de Curiosidario.es. Es posible que existan otras palabras que se puedan considerar de origen curioso recogidas en otros diccionarios o academias de la lengua española. Si es así y quieres que las publiquemos, nos las envías documentando su procedencia y las publicaremos:

Apretar. Usamos normalmente este verbo en el sentido de ‘estrechar algo con la mano o los brazos’, pero en un principio solo se apretaba algo cuando se hacía contra el pecho, de acuerdo con su significado etimológico: Del latín tardío APPECTORĀRE, de PĔCTUS‘pecho’. De ahí que la Academia puntualice en su definición: ‘Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de ordinario con la mano o los brazos’.

Asco es derivado de asqueroso, que procede del latín ESCHĂRA y este del griego σχάρα ‘costra’, ‘postilla’.

Asesino. Del árabe aššāšīn ‘adictos al cáñamo indio’, nombre aplicado a los secuaces del sectario musulmán conocido por el Viejo de la Montaña, siglo XI, que fanatizados por su jefe y embriagados de hachís, se dedicaban a ejecutar sangrientas venganzas políticas. Vocablo traído de Oriente por los cruzados.

Asesor. Del latín ASSESSOR, -ŌRIS ‘el que se sienta al lado’, ‘asesor’, y este de ASSIDĒRE ‘estar sentado al lado’, ‘asistir’. Es decir, que en un principio el asesor era el que se sentaba al lado del asesorado, generalmente una persona poderosa.

Avestruz. En la Crónica de Alfonso XI (hacia 1340) se lee: «unas aves que llaman estruces». Estruz era ya por aquel entonces la adaptación castellana de la voz provenzal estrutz, que venía del latín STRUTHĬO, que a su vez tenía su origen en el griego στρουθίων, -ωνος, abreviación de στρουθοχάμηλος (compuesto de στρουθός ‘gorrión’ y χάμηλος ‘camello’, propiamente ‘camello-pájaro’), nombre con el que se conocía antiguamente a esta ave originaria de África y Arabia. Al principio del s. XV ya aparece en nuestro idioma la palabra avestruz, cruce de ave estruz.

Azafata. Viene del antiguo azafate, este del árabe hispánico *assafá, y este del árabe clásico safa ‘canastillo’. Azafate sigue teniendo hoy este significado: ‘Canastillo, bandeja o fuente con borde de poca altura, tejidos de mimbres o hechos de paja, oro, plata, latón, loza u otras materias’. Quien tenía el privilegio de sujetar el azafate a la reina era llamada azafata, tal como se lee en el Diccionario de Autoridades (1726): «Azafata: f. Oficio de la Casa Real, que sirve una viuda noble, la qual guarda y tiene en su poder las alhájas y vestidos de la Réina, y entra a despertarla con la Camaréra mayor, y una señora de honór, llevando en un azafáte el vestido y demás cosas que se ha de poner la Réina, las quales las sirve. Llámase Azafata por el azafáte que lleva y tiene en las manos mientras se viste la Réina». Posteriormente adoptó las acepciones modernas. «Al ser labores tradicionalmente desempeñadas por mujeres, hasta no hace mucho solo existía la forma femenina azafata; dado que hoy también las realizan hombres, se ha creado, y es plenamente válido, el masculino azafato (…) Para referirse al auxiliar de vuelo se emplea en gran parte de América el término aeromozo», explica el Diccionario Panhispánico de Dudas. No obstante, todavía no están recogidas en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) las voces aeromozo y azafato. También en este diccionario se encuentra recogida la voz cabinera ‘azafata de avión’, derivada de cabina, empleada en Colombia y Ecuador.

Baladí ‘de clase inferior, de poco aprecio’. Del árabe baladi ‘del país, indígena’. Hasta el s. XV conservó el significado árabe, de manera que, por ejemplo, los productos extranjeros (vino, doblas, jengibre), por considerarse mejores que los nacionales, eran llamados baladís: vino baladí, doblas baladíes, jengibre baladí. De ahí que se generalizara baladí a todo lo de poca estima a partir del principio del s. XVI.

Bidé. Del francés bidet ‘caballito’.

Bigote. De la frase germánica bi God  ‘por Dios’, juramento empleado para llamar a personas con bigote, y luego al bigote mismo. Nos cuenta Corominas que «el bigote era frecuente en Alemania ya a fines del s. XV, especialmente como distintivo de los lansquenetes, famosos por el vicio de blasfemar, mientras que en España no apareció hasta 1530 aproximadamente, y se hizo frecuente por los años 50 del mismo siglo. Sería, pues, un resultado de la gran afluencia de tudescos en tiempo de Carlos V (…). Pero la presencia de bigot en Nebrija, que nadie ha tenido en cuenta, obliga a revisar estas conclusiones históricas: no sólo el nombre, sino la cosa debió existir ya en España en el s. XV, aunque quizá fuese poco frecuente. Luego convendría ampliar las averiguaciones en el material literario e iconográfico extendiéndolas a este siglo. Antes de 1495 los contactos entre castellanos y alemanes habían sido poco frecuentes, pues estamos antes de la fecha en que llegó Felipe el Hermoso con su séquito de caballeros austriacos». Pero, naturalmente, el uso del bigote es muy anterior al siglo XV. Hay relieves asirios que representan a los reyes con bigote partido, sin pelo en el centro y con las puntas rizadas en voluta. Cuestión de moda, ha habido épocas y pueblos en que no gustaban (egipcios, fenicios, griegos y romanos. por ejemplo, se los rasuraban) y épocas y pueblos en que sí, como los bárbaros. En España, durante el siglo XIV, se usaron grandes bigotes y barba puntiaguda, costumbre que pasó a Francia y después a toda Europa. Desde tiempos del rey francés Francisco I pasó a ser una moda militar, usándose mostachos ‘a la española’, retorcidos y completados con la perilla, rizados con tenacilla como los que lucían los reyes españoles desde Carlos V a Felipe V. Pero, ¿cómo se llamaba en castellano este adorno capilar sobre el labio superior en los siglos anteriores al XV? Lo ignoramos porque la primera prueba documental que tenemos del vocablo bigote es, como señalaba Corominas, la de Nebrija en 1494 («bigot de barva: mustax»). Probablemente no existía, pues cuando el español ha tomado prestada una voz extranjera, generalmente lo ha hecho porque carecía de una propia que sirviera para designar aquello que era menester.