miércoles, 24 de septiembre de 2014

textos para meditar de filosofos

«Entre otras virtudes podemos dar lugar al aseo, puesto que nos hace de modo natural agradables a los demás, y es una fuente no despreciable del amor y del afecto. Nadie negará que la negligencia en este aspecto es una falta y cómo las faltas no son vicios menores y esta falta no puede tener otro origen que la sensación de incomodidad que provoca en los demás.» DAVID HUME («Investigación sobre los principios de la moral», VIII, 83)

«El objeto de! deseo no es la causa del deseo. El deseo se para en lo que se en- cama, se resume en el objeto del deseo. Cuando se cree que el objeto deseado es objeto dotado de autonomía, de una utilidad, de originalidad, se le considera como fuera de mi poder, de deseo que lo ha elegido, se constituye como objeto parcial... Pero entonces comienza la lamentable adición cuantitativa: ya que un objeto me satisface parcialmente; para estar totalmente satisfecho, para llegar al placer completo, será necesario amontonar uno sobre otro, como partes de deseos, es decir, hacer como si el deseo fuera la necesidad. Cuando una necesidad está satisfecha, será necesario pasar a otra necesidad y así se estará seguro de llegar a la total satisfacción...En la sociedad de consumo, los deseos no son más que el acceso a la propiedad de la satisfacción, no existen más que bajo los distintos modos de ser propietarios de las cosas. Ahora bien, como la satisfacción no es del orden de las cosas materiales, nunca se la alcanza, cuando alguien se la quiere apropiar de esta manera. Los objetos que producen más satisfacción se convierten así en fetiches, en símbolos de mi posesión que, lejos de colmarme, me desposeen y me impiden la satisfacción.»J. P. DOLLÉ (El deseo de revolución. Ed. Grasset, 19721

«El hombre no se distingue de los animales más que en que es el superlativo viviente de sensualismo, el ser más sensual y más sensible del mundo. Tiene en común con los animales los sentidos, pero sólo en él la sensación llega a ser de un ser relativo subordinado a las necesidades inferiores de la vida, un ser absoluto, un fin en sí, un goce de sí. Sólo él experimenta un placer celestial en la contemplación desinteresada de las estrellas; sólo él no se sacia de contemplar... el color de las flores y de las mariposas. El hombre no es, pues, hombre más que porque no es, como el animal, un sensualista limitada,, sino un sensualista absoluto; porque no tal o tal cosa sensible, sino todas, el mundo, el infinito, son simplemente por sí mismos, es decir, por el placer estético, objetos de sus sentidos, de sus sensaciones. » FEUERBACH, L. A. (Werke II, 349 s,) (Contra el dualismo del cuerpo y alma, carne y espíritu)


“Pues bien, entre e apetito y el entendimiento, o cualquier otra facultad de conocer, hay esta diferencia: que el conocimiento se realiza por dar lo conocido en el que lo conoce, y, en cambio, la apetencia (appetitus), porque el que apetece se inclina hacia lo apetecido; por lo cual el término del apetito, que es el bien, está en la cosa apetecida, y, en cambio, el término del conocimiento, que es lo verdadero (verum), está en el entendimiento. Pues así como el bien está en las cosas en cuanto éstas dicen orden al apetito, por lo cual la razón de bueno se deriva del objeto al apetito, que se llama bueno en cuanto es apetito del bien, así también, puesto que lo verdadero reside en el entendimiento en cuanto se conforma -(conformatur) con el objeto conocido, es necesario que la razón de verdadero se derive del entendimiento al objeto que conoce, para así llamar también verdadera a la cosa conocida por el orden que dice al entendimiento. Ahora bien, el orden o relación que las cosas dicen al entendimiento puede ser esencial (per se) o accidental (per accidens). Por esencia, dicen orden al entendimiento de que depende su ser, y accidentalmente lo dicen al entendimiento que puede conocerlas; y, así, por ejemplo, un edificio guarda relación esencial con el entendimiento de su arquitecto, y accidental con el entendimiento de que no depende. Pero como el juicio sobre una cosa no se basa en lo que tiene de accidental, sino en lo esencial, que las cosas sólo se llaman verdaderas en absoluto por la relación que dicen al entendimiento de que dependen, y por esto los productos artificiales se llaman verdaderos por el orden que dicen a nuestro entendimiento; y así habíamos de un edificio verdadero cuando reproduce la forma que hay en la mente de su arquitecto, y de una palabra verdadera cuando es expresión de un pensamiento verdadero. Por su parte, los seres naturales son verdaderos por cuanto alcanzan a tener semejanza con las especies que hay en la mente divina, y así llamamos verdadera piedra a la que tiene la naturaleza propia de la piedra, según la preconcibió el entendimiento de Dios. Por tanto, la verdad está principalmente en el entendimiento, y secundariamente en las cosas, en cuanto se comparan con el entendimiento como con un principio. De aquí que se pueda definir la verdad de distintas maneras. San Agustín, por ejemplo, dice que «verdad es aquello que manifiesta lo que es,,, y San Hilario, a su vez, dice que «verdadero es lo que declara y manifiesta el ser», y éstas son definiciones de la verdad en cuanto está en el entendimiento. En cambio, como definiciones de la verdad de las cosas por el orden que dicen al entendimiento, tenemos ésta de San Agustín “La verdad es la perfecta semejanza con el principio de desemejanza »,. y esta otra de San Anselmo: «La verdad es la rectitud que solo el entendimiento  puede percibir», y recto es lo que concuerda con su principio; y esta otra de Avicena: «La verdad es el ser propio de cada cosa tal como le ha sido señalado. »Por último, la definición: «Verdad es la adecuación entre el objeto y el entendimiento» 1I (veritas est adaequatio rei et intellectus), que corresponde a los dos aspectos.» SANTO TOMAS DE AQUINO (Suma Teológica, 1, q. 16, a. 1)