«Los psicólogos que han estudiado la infancia, saben que nuestra
representación comienza por ser impersonal. Poco a poco, y a fuerza de
inducciones, adopta nuestro cuerpo y se convierte en nuestra representación...
Mi cuerpo es lo que se señala en el centro de mis percepciones; mi persona es
el ser con el que es necesario relacionar sus acciones. »BERGSON, FI. (Materia y memoria, Ed. PLI.F.I1
«Si nuestra existencia se compusiera de estados separados en los que un
«yo» impasible tuviera que hacer la síntesis, no habría para nosotros duración.
Pues un yo que no cambia, no dura, y un estado psicológico que queda idéntico a
sí mismo, de tal manera, que no es remplazado por el estado siguiente, no dura
tampoco... » H. BERGSON (La evolución creadora)
¡Qué de
contradicciones, Dios mío, cuando queremos casar la vida y la razón! La verdad
es sum, ergo cogito: soy, luego
pienso, aunque no todo lo que es piense. La conciencia de pensar, ¿no será ante
todo conciencia de ser? ¿Será posible acaso un pensamiento puro, sin conciencia
de sí, sin personalidad? ¿Cabe acaso conocimiento puro, sin sentimiento, sin
esta especie de materialidad que el sentimiento le presta? ¿No se siente acaso
el pensamiento y se siente uno a sí mismo a la vez que se conoce y se quiere?
¿No puede decir el hombre de la estufa: «siento, luego soy»; o «quiero, luego
soy»? Y sentirse, ¿no es acaso sentirse imperecedero? Quererse, ¿no es quererse
eterno, es decir, no querer morirse? Lo que el triste judío de Ámsterdam
llamaba la esencia de la cosa, el conato que pone en perseverar indefinidamente
en su ser, el amor propio, el ansia de inmortalidad, ¿no será acaso la
condición primera y fundamental de todo conocimiento reflexivo o humano? ¿Y no
será, por lo tanto, la verdadera base, el verdadero punto de partida de toda
filosofía, aunque los filósofos, pervertidos por el intelectualismo, no lo
reconozcan? …¿Qué significa esa irritación cuando creemos que no roban una
frase, o un pensamiento, o una imagen que creíamos nuestra; cuando nos plagian?
¿Robar? ¿Es que acaso es nuestra, una vez que al público se la dimos? Sólo por
nuestra la queremos, y más encariñados vivimos de la moneda falsa que conserva
nuestro cuño, que no de la pieza de oro puro de donde se ha borrado nuestra
efigie y nuestra leyenda. Sucede muy comúnmente que cuando no se pronuncia ya
el nombre de un escritor es cuando más influye en su pueblo desparramado y
enfusado su espíritu en los espíritus de los que le leyeron, mientras que se le
citaba cuando sus dichos y pensamientos, por chocar con los corrientes,
necesitaban garantía de nombre. Lo suyo es ya de todos y él en todos vive. Pero
en sí mismo vive triste y lacio y se cree en derrota. No oye ya los aplausos ni
tampoco el latir silencioso de los corazones de los que le siguen leyendo.
Preguntad a cualquier artista sincero qué prefiere, que se hunda su obra y
sobreviva su memoria, o que hundida esta persista aquella, y veréis, si es de
veras sincero, lo que os dice…¿Qué razón desprevenida puede concluir el que
nuestra alma sea una sustancia del hecho de que la conciencia de nuestra
identidad –y esto dentro de muy estrechos y variables límites- persista a
través de los cambios de nuestro cuerpo? Tanto valdría hablar del alma
sustancial de un barco que sale de un puerto, pierde hoy una tabla que es
sustituida por otra de igual forma y tamaño, luego pierde otra pieza y así una
a una todas, y vuelve el mismo barco, con igual forma, iguales condiciones
marineras, y todos lo reconocen por el mismo. ¿Qué razón desprevenida puede concluir
la simplicidad del alma del hecho de que tengamos que juzgar y unificar
pensamientos? Ni el pensamiento es uno, sino varios, ni el alma es para la
razón nada más que la sucesión de estados de conciencia coordinados entre sí.” UNAMUNO “Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos”.»