lunes, 1 de septiembre de 2014



Cariño:
En el transcurso de los debates, ha habido quienes me han comentado que no creían en el destino, pero que con las respuestas que iban recibiendo, poco a poco iban creyendo. Todos sus argumentos se centraban en el hecho de que en un momento dado de su existencia, confluían una serie de circunstancias, que de alguna manera les llamaba la atención, o modificaban su situación. En lugar de decantarse por una de las teorías debatidas, ellos incluyen una nueva terminología: “la coincidencia”. Abro la pregunta a todos y les planteo ¿Es lo mismo

destino, que coincidencia? El primero en responder plantea una disyuntiva añadida, la de casualidad y causalidad. Entonces se abren exposiciones de momentos de sus vidas que cambiaron porque encontraron a cierta persona, o porque la intuición les llevó a echar una carta y esos detalles desencadenaron una cascada de acontecimientos dignos de cualquier película de Hollywood. Es decir, les digo, para vosotros, destino es equivalente a gran acontecimiento ¿no? Si lo pensamos desde otro punto de vista ¿Coincidencia no es lo contrario de destino? Les planteo. A fin de cuentas el destino es un todo y la coincidencia implica un sentido de contingencia. Me explico, en la coincidencia no hay intencionalidad de ningún tipo, ni voluntad, simplemente ocurre. Luego os planteo ¿Si algo es coincidencia pudiera no ser destino... y si hay destino, entonces las coincidencias no existen?. Muchas de lo que llamamos coincidencias o “frutos del destino” no lo son, sino que el subconsciente proyecta y sintoniza, por eso existen. Solo usamos el 12% del cerebro. Como veo que el tema es más complicado de lo que parece, les planteo otra cuestión ¿Si un camino no se conoce, cómo sabemos que es un camino y no otra cosa? Alguien introduce el tema religioso como respuesta alternativa, sin entrar a responderme. Para el judaísmo, por ejemplo, la conciliación Dios-libertad de elección viene a ser: Él sabe lo que vas a elegir, pero te deja elegir... es realmente algo para pensar. Otro me intenta contestar con un ejemplo, diciendo que antiguamente se creía que había un universo entorno a la tierra, y luego se descubrió que efectivamente había un universo, pero entorno al sol y quizás descubramos que hay más universos entorno a otra cosa, pero siempre hubo un universo desconocido. Me gusta la respuesta porque da mucho que pensar, porque une al destino del individuo, no como el que va a resolver el problema del hambre en el mundo, sino que el destino solo sea un conjunto de hechos importantes. Alguien se atreve por fin a introducir la teoría de resonancia ("resonancia mórfica", creada por el biólogo Rupert Sheldrake). En esa teoría Sheldrake denomina "resonancia mórfica al “proceso por el cual las formas de diferentes tiempos y lugares se afectan unas a otras mediante la participación en el campo...las formas similares resuenan y se refuerzan mutuamente. Por lo tanto creo que podemos resonar con determinados acontecimientos, y así coincidir con ellos, poniéndonos en sintonía. Me parece atrayente el tema como física, más que como destino, porque por resonancia se explica por ejemplo, el hecho de que las partículas subatómicas tengan más facilidad de ser encontradas en un acelerador de partículas que en la naturaleza. Ahora bien, si lo analizamos desde el punto de vista de alguien que escribe un destino y de alguien diferente que lo ha de cumplir, entonces la visión de la resonancia habiendo observado y observador es curiosa, “Cuanto más la observe buscándola con su máquina, más existirá...sus observaciones contribuyen a establecerla con creciente firmeza en la realidad (el orden explícito)." ¿Cuál es la trampa o el quiz de la cuestión? Pues que todo el día cultivando partículas y observándolas desencadena un hábito y ese hábito lleva consigo la forma de pensar ¿es eso algo parecido al destino? ¿Nuestro hábito de pensamiento hace que marquemos un cauce en una dirección? Es decir que destino es la consecuencia de paradigmas o coincidencias. ¡Ufff¡ el tema da para mucho análisis, aunque demos vueltas en círculo.

Despedida

Querido Maese: Aún recuerdo cuando nos conocimos. Tú, siempre pensando en tus estudios, trabajos y empresas. Yo en salir del trabajo para saber que estabas esperándome. Besarte delante de todas las compañeras. Darles envidia y coger tu mano para acompañarme a casa. Paseábamos en el parque y tomábamos el último café del día. Han pasado unos meses que vivimos juntos. Llenamos de felicidad la casa cuando estamos juntos. Pero qué fue del hombre que quería estar conmigo a todas horas y siempre salía conmigo porque no podía vivir sin mí. Perdona que mis celos te alejaran. Intenté compensarte dándote celos, pero nunca los tuviste de nada ni de nadie. Siempre tan seguro de ti mismo y siempre rodeado de mujeres dispuestas a satisfacer tus necesidades científicas, empresariales y ¡cómo no¡ las de hombre. Y yo, dejándome llevar, pensando que dejar la Facultad para casarnos no era perder nada, sino ganar una familia, un marido y un hogar... Aún recuerdo la bronca tan terrible que tuvimos, cuando te enteraste que había dejándolos estudios. Ahora entiendo que a tu lado necesitas una mujer de altos estudios, y excelente físico para poder compartir charlas de cualquier cosa en cualquier lugar del mundo contigo. Eres amable con cualquiera delante de un café, pero te aburres soberanamente con la gente a las dos horas si la conversación es de las habituales. Necesitas investigar, conocer otros campos y tienes una enorme capacidad para profundizar. Yo busco solo un hogar con mi marido leyendo el periódico y haciendo la cena juntos. Contigo la cena se convierte en un laboratorio de alquimia en donde terminamos haciendo el amor en cualquier lugar. Para ti el periódico es fuente de inspiración para nuevos temas de investigación. Ahora te veo en las entrevistas, en los periódicos, en las charlas en las que me cuelo sin que me veas. Pasé mi vida despreciando a los Neruda, a los Bécquer y a los Lorcas que crearon versos de desamor y ahora recurro cada noche a ellos para entenderte, porque ahora, son los que me ayudan. Besos.


¡Ufff¡ Lo mejor será ir desgranando los apartados de este índice y profundizando en la medida de lo posible en ellos, mientras yo me quedo reflexionando con lo que decía Walter Scott en  “El talismán”: “Yo regresé de una lejana expedición cubierto de botín y de honores, para encontrar que mi felicidad había sido destruida para siempre. Yo también me encerré en un monasterio; y Satanás, que me había elegido por presa, encendió en mi corazón una humareda de orgullo espiritual que no podía haber nacido sino en las mismas regiones infernales. Me elevé tanto en la iglesia como antes me elevara en el Estado. En verdad, yo era el sabio, el justo y el impecable. Fui el consejero de Concilios, y director de prelados. ¿Cómo habría podido estar en peligro? ¿Cómo podía sufrir la tentación? ¡Ay! Llegué a ser confesor de un convento de monjas, y entre aquellas religiosas encontré a la que hacía tanto tiempo que amaba y a la que hacía tanto tiempo había perdido. No necesito prolongar más mi confesión. Una religiosa pecadora, que expió su falta con el suicidio, duerme profundamente bajo las bóvedas de Engaddi; mientras sobre su propio sepulcro se desespera, gime y aulla un ser al que no se le ha dejado más razón que la suficiente para que se dé cuenta de su destino. — ¡Qué hombre tan desgraciado! —Dijo Ricardo—. Ya no me admira tu sufrimiento. ¿Cómo pudiste rehuir el castigo que los cánones imponen contra tu delito? —Pregúntalo al que todavía sufre la hiél de las amarguras terrenas —dijo el ermitaño—, y te hablará de una vida salvada por respetos personales y por consideraciones a su alto nacimiento. Pero, Ricardo, te digo que la providencia me ha reservado para ponerme en una cumbre como faro y guía, cuyas cenizas deben ser arrojadas al infierno cuando haya consumido el combustible terreno. A pesar de que este cuerpo que ves está extenuado y macerado, aún le animan dos espíritus: uno, activo, indomable y agresivo, consagrado a la causa de la Iglesia de Jerusalén; otro vil, abyecto y desesperado, que fluctúa entre la locura y la desesperación, que llora sobre mi miseria y que custodia las Santas Reliquias, que no puedo mirar sin cometer el más grande pecado.”