viernes, 5 de septiembre de 2014

Sin tí



Después de la cena, bajé a la barra a escuchar la música y ver como el minúsculo local se iba llenando de turistas apiñándose en torno a los veteranos músicos. Cuando las notas de Mood Indigo, de Duque Ellington sonaban, mi impaciencia iba creciendo, pues Pisínoe no aparecía. Esa noche tomé más de esa bebida local llamada bourbon hasta que mi espera tuvo resultado con los sones de “His eye is on the sparrow”. Pisínoe y los matones hicieron acto de presencia dirigiéndose altivos a su reservado. Pisínoe sacó su pañuelo y yo hice lo propio con el mío.
- Pisínoe comenzó doblándolo totalmente (Necesito hablarte).
- Apoyé el mío en mi mejilla derecha y ella hizo lo mismo (Si).

Parecía que íbamos por buen camino, el código funcionaba.
- Pasé el mío por la oreja derecha (No eres fiel) - Mientras encogía los hombros a modo de interrogación.

-A lo que me contestó anudándoselo en el dedo índice (Estoy comprometida).

Estaba claro que Pisínoe me ponía a prueba calibrando mi valentía.

- Mordí con rabia las puntas del mío (Estoy celoso) - Comprobando una sonrisa de agrado en su cara. Seguí doblando cautelosamente el encaje de mi pañuelo (Soñé contigo) - Viendo como Pisínoe entreabría sutilmente sus piernas y bajaba los ojos.

Quedaba claro que el reto mutuo estaba sobre la mesa del bar. En el instante que los músicos tocaban “When de saints goes marchin’in”, como por alusiones, los matones se levantaron saliendo con Pisínoe del local, ante la admiración de muchos y el temor de los otros. Acabé mi copa y subí de nuevo a mi infecto cuchitril esperando que el amanecer se hiciera presente destapando las sombras y fantasmas de los rituales vudúes de nuestro alrededor.
Fui raudo a desayunar con mi amigo Ferdi, el cual se alegró de verme tanto a mí, como supongo que a mi cartera. Le conté lo sucedido con Pisínoe y le advertí que esa noche era la clave si quería comprobar, como Pisínoe y yo culminábamos o como sus acompañantes me perdían sin pies en los pantanos. Pasamos la mañana hablando de jazz, desde el ragtime o lo que es lo mismo, la prehistoria del jazz que practicaba su ancestro Morton, hasta Louis Armstrong, verdadero responsable del éxito y difusor mundial de esta especialidad artística; hablamos de Joe Oliver, de Jimmy Mc. Pórtland.

En un momento dado Ferdi, se paró en la conversación y quedó fijo, mirándome como si un nuevo secreto estuviera a punto de desvelarse. Era consciente que otros 300 dólares estaban a punto de volar de mi cartera a la suya y le dije adelantándome a los acontecimientos

- Te apuesto 300 dólares a que no eres capaz de contarme un secreto que me satisfaga - Al tiempo que depositaba la cantidad encima del mostrador.-

Ferdi, satisfecho por cómo era capaz de cerrar un negocio sin necesidad de patanerías, sonriendo me dijo.

- ¿Sabes por qué Louis (refiriéndose a Armstrong) hacía que en los periódicos le pusieran el slogan de “el amante de su trompeta”?

Yo me quedé perplejo, empezaba a darme cuenta que tras esas modestas palabras, se traducía un mensaje subliminal absoluto y rotundo para sus oyentes femeninas. Ferdi continuo con sus misteriosas preguntas.

- ¿Sabes qué dos cosas usaba Louis en el escenario?.

- Sí – Le dije satisfecho de mi mismo - La trompeta y…. - Me quedé absorto cayendo en la cuenta que el músico de la frente sudorosa siempre llevaba un ¡pañuelo blanco¡.

Ferdi cogió los billetes de la mesa sonriendo ampliamente y dándome un palmetazo en la espalda, me dijo…

- ¡Ogmio¡ si quieres aprender del maestro, mira las grabaciones antiguas que de él quedan y aprende a manejar “tu trompeta” - En clara alusión al falo masculino – Aprende también el lenguaje del pañuelo y deléitate con la música del maestro.

Sorprendido, pero halagado por haber comprado un buen secreto salí del bar, estuve metido en mi habitación viendo videos del maestro Louis uno tras otro, comprendiendo muchas cosas y secretos.

 Llegó la noche y pertrechado de mis armas bajé al diminuto bar antes que las hordas turísticas acabasen ocupando los mejores puestos. La escena de las otras noches se repitió. Apareció Pisínoe seguida de los matones y por último el capo local.
- Pisínoe empezó pasándose el pañuelo de una mano a la otra (Estoy en la incertidumbre).

- Le respondí doblando el encaje del mío, (Soñé contigo)

Ella sonrió más tranquila. Pasamos gran parte de la noche comunicándonos, hasta que el grupo se levantó para irse.

- Pisínoe se paso por el hombro la mencionada prenda (Sígueme).

Obedecí al instante acabando de un sorbo mi bourbon. Esperé en la puerta conversando con unos y saludando a otros, dejándome ver por si la cosa no fuese a ir bien. Dándole las buenas noches a Allen, hice ademán de subir a la habitación a retirarme, pero me descolgué por la ventana trasera del pasillo de nuevo al callejón. Pasó una hora de reloj, ¿Me habría confundido en mis códigos? ¿Sería un engaño de Ferdi para sacarme los cuartos? Estaba ya maldiciéndome por mi mala experiencia, por haber caído como un novato turista en busca del tesoro, cuando a lo lejos vi a Pisínoe doblando por las puntas el pañuelo (Espérame) y me tranquilicé.

Una sombra sibilina, se acercó contoneándose, me rodeó con su pañuelo en mi cuello a modo de lazo y tirando de una de las puntas sin decir nada me atrajo hacía ella, fundiéndonos en el primer beso. La cogí de la mano y la conduje por las partes traseras de las calles. Pasamos a la altura del 400 de la calle Bourbon Street donde se sitúa el Old Absinthe House, en donde los amantes del jazz moderno se reúnen. Dejamos a un lado también el 738 de Toulose Street en donde se apiñan los músicos que han dejado de tocar en los locales, Funky Butts, le llaman, aún no eran las tres de la mañana, por lo que el local estaba aún cerrado.

Llegamos a mi barco, que era el sitio que consideraba más aislado y privado para no poner en peligro ninguna de nuestras vidas. Solté amarras y navegamos un rato hasta un meandro en donde dimos rienda suelta a nuestro encuentro. Tras los preludios iniciales de desnudarnos mutuamente, las primeras caricias y besos, comencé a practicar con ella el llamado masaje Maya. Estimulé los cinco sentidos de Pisínoe activando el sistema nervioso vegetativo simpático y parasimpático por medio del olfato. Para ello quemé incienso, sándalo y varillas aromáticas de copal (resina que proviene de los árboles). Simultáneamente conecté la música relajante con la vibración que siente su cuerpo gracias a las tablas de mi barco. Con mis manos seguía los acordes de esa música yendo desde el cóccix hasta el cuello. Este apartado no podía olvidárseme pues estaba en la cuna del jazz, en donde los cuerpos de las mulatas se sintonizan con los saxos.

Cariñosamente le hice girarse boca abajo procurando que su cerebro se concentrara en el sonido de la música étnica, junto a campanas tibetanas, de manera que yo pudiera alternar la dígito presión corporal y el “Apapachotl” (masaje ancestral que se ejecuta con los pies y brazos). Naturalmente terminamos boca arriba con inspiraciones profundas de los aromas que se quemaban en las varillas aromáticas y sintiendo nuestros cuerpos renovarse como lo hace la tierra y el universo. Finalmente practicamos el ¡mantenimiento de la especie¡, hasta que ambos caímos rendidos de cansancio, dejando un cuerpo lleno y el otro vacío.

Al amanecer regresamos al amarre. Dejé a Pisínoe una milla más abajo para prevenir malos encuentros y decidí invitar a desayunar a Ferdi en el número 1.008 de Decateur Street, en el restaurante Gabezo. No había cenado y esperaba que el encargado me hubiera guardado un pescado hecho al estilo criollo como todas las noches. Cuando finalizaba las maniobras de amarre del barco, escuché unos aplausos desde el puente de mi embarcación. Sorprendido, saqué la pistola de un cajón y encañoné a aquel polizón que se ocultaba en el trasol que me daba en la cara.
- ¡Tranquilo amigo¡ - Oí que decía -

Reconocí al instante la voz de Ferdi, inquieto e interrogante guardé el arma de nuevo en su sitio. Ferdi descendió la escalerilla depositando 300 dólares en mi mano. Naturalmente no entendía nada. Al ver mi cara de estúpido, Ferdi soltó de nuevo la risotada a la que empezaba a acostumbrarme y cogiéndome por el hombro Me dijo que era en agradecimiento a haberle demostrado como los españoles sabían hacer el amor.

Recuperado del susto, Ferdi me explicó que había deducido mi estrategia ocultándome en el barco con Pisínoe, lejos de los matones. Así es que él se había adelantado a mi estrategia para observarnos. Tras la justificación y una vez tenía un buen café en mi estómago comencé a explicarle cual era mi secreto en el amor. Le dije que como científico, aplicaba mis conocimientos en estimular los cinco sentidos de mi partner al mismo tiempo. Por lo general los amantes se preocupan alternativamente de ellos o  de su pareja, y se aplican a lo sumo en tan solo dos sentidos al unísono. En cambio yo estimulaba los cinco a la vez y me preocupaba que ella fuese la primera en gozar antes de ser yo el gozador.

Expliqué a mi amigo como las influencias de las sociedades de consumo, colaboran en hacernos más egoístas a las personas haciéndonos incapaces a unos e impotentes a otros, para proporcionar el placer sexual.

- ¡Mira Ferdi¡ - Le dije - Los estímulos refulgentes afectan al sentido de la vista, los maquinales al oído y el tacto, los químicos al sentido gustativo y al olfato. Si tenemos todos esos elementos a nuestra disposición ¿por qué no los usamos? – Continué mi disertación de manera animada - Todos hemos oído hablar de las feromonas sin tener la menor idea de lo que son y de cuál es su composición. – Le dije manteniendo la mirada fija en sus ojos - Para los más avezados en la curiosidad, te diré que una parte de sus componentes son esteroides gonadotrópicos. – Tomé otro sorbo de café mirando la cara de asombro de mi amigo - Unos los exhalamos por nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros olemos de una forma característica y diferente que potenciamos con aromas artificiales. – Ferdi no se atrevía a gesticular y yo me animaba cada vez más a seguir esta disertación - Los otros se expanden en nuestras glándulas salivares, algo semejante al almizcle, o, en nuestras glándulas prepuciales como el ámbar gris, o, en nuestras glándulas ováricas como los ácidos grasos libres y cetonas macrocíclicas acumulándose hasta ser excretadas. – La cara de Ferdi era todo un poema, acababa de introducir en su mente datos que harían rechazar a su siguiente amante. Lo que no impidió que culminara mi discurso –

Supongo que sus futuros y románticos momentos copulativos se empezaban a transformar en un examen de universidad, la próxima vez que yaciera con una mujer u hombre, porque nunca lo supe, ni se lo pregunté. A estas alturas, no sabía si cobrarle otros 300 dólares a mi amigo viendo como cambiaba su cara. Ante el éxtasis de mi amigo, yo me crecí y continué hablando.

- ¡Escucha, amigo mío¡ - Le dije poniendo mi mano en su antebrazo, en señal de complicidad - Se dice que los perfumes fueron un invento francés del siglo XVI para ocultar la falta de higiene de los personajes, y puede que el marketing los difundiera en aquella época. – Mi amigo parecía una estatua de mármol - Sin embargo, de lo que no hay duda es que en Mesopotamia se usaban secreciones glandulares de animales para ser quemadas junto con el incienso y la mirra en los habitáculos femeninos. – En este momento, Ferdi estaría pensando en conseguir esas secreciones glandulares de algunos caimanes de los pantanos cercanos, porque sus ojos ya no cabían en sus orbitas. Continué con más ejemplos –

- Los egipcios – Le dije en tono misterioso - Los griegos y los minoicos también usaban perfumes en las ceremonias. Los árabes – Le dije en tono de las Mil y una Noches - Hablan de las Huríes, mujeres de grandes ojos negros y “portadoras de las mayores delicias” (traducción textual del Corán). Ellas poseían el secreto del sándalo.

Ferdi, estaba emocionado, me preguntó sobre ¿cómo debía ser un perfume? Le contesté que “lo suficientemente bueno en cantidad y calidad para proporcionarle al partner sensaciones de poseer en exclusiva algo prohibido”. En ese momento mi amigo puso otros 100 dólares en mi mano, invitándome a continuar.

Seguí manifestándole la importancia del sentido del tacto, poniéndole como ejemplo comparativo el que los bebés necesitan el contacto, tanto como el alimento. Que los niños prematuros, si son estimulados táctilmente se ponen más rápidamente al día que si no reciben esas caricias y continué exponiéndole como había triunfado con mujeres que decían tener disfunciones sexuales con sus maridos, naturalmente sin estar ellos presentes.

Le declaré que muchas de esas disfunciones de pareja, sin patologías apreciables, tienen lugar cuando no se prodigan las caricias y los mimos táctiles. Mi amigo me ratificó al estilo de un Séneca sentenciando con una frase,
- “Si algo está prohibido, se le llama intocable” – Dijo rotundo.
- Y “cuando algo nos afecta mucho y llega a ponernos acomplejados decimos que nos ha tocado”. - Le respondí.

Del sentido radiante de la vista no fue necesario comentar, porque es el que más usamos. Ferdi no parecía del todo satisfecho con mi charla, después de haberme contemplado la noche anterior en mi barco con Pisínoe, quería extraerme mis secretos y depositó los 200 dólares que quedaban por compensar, encima del mostrador. Sonriendo por haber alcanzado mi objetivo con él y estar en paz, le dije así.

- ¡Fíjate¡, hasta qué punto son importantes los estímulos sensoriales y de los sentidos que baste decirte lo siguiente – Le dije en tono docente - Un niño prepúber que mantenga relaciones sexuales continuadas, le saldrá la barba antes que a otro casto, por simple efecto de la testosterona – Ferdi asentía con la cabeza ante mis explicaciones; tanto que solo le faltaba coger apuntes como en el colegio - Y a las chicas adolescentes irregulares en su ciclo, - Continué diciendo - Es más fácil regularlas, manteniéndolas internas en un colegio mayor de chicas que aplicándoles medicaciones que modifiquen sus estructuras glandulares, tan solo por “simpatía hormonal” de los efluvios que en el ambiente existen. Sin apercibirse de ello, todas ellas se sincronizan asombrosamente.

El siguiente sentido, era de los preferidos de mi amigo, por lo que le dediqué una pausa soterrada y continué diciendo.

- Respecto al gusto, no tenemos más que observar las expresiones idiomáticas que hacemos – Le dije al tiempo que hacía las indicaciones en el mostrador - Llamamos a las chicas cheesecakes, cuando estamos con ella sustituimos el “cariño o cielo” por “honey” o si estás en países francófonos oyes frecuentemente “mon petite chou”. – Tomé un sorbo de mi bebida pues la garganta se me estaba quedando seca de tanto hablar –

-También es frecuente oír hablar de los alimentos afrodisíacos – Dijo Ferdi, que se había quitado la mudez - El marisco o la canela, por ejemplo.

Del sentido del oído, nada podía aportar a mi amigo estando en la cuna del goospel y el jazz. En todas las culturas no podemos evitar contonearnos a los sones de las diferentes músicas, dar palmas, taconeos, subir los brazos al cielo al tiempo que oscilan las caderas, formar movimientos ondulantes de hombros, cierre de ojos y languideces faciales que se entremezclan con taquicardias provocadas por los crescendos y molto alegros. Dimos por conclusa nuestra conversación cuando el sol dejaba las orillas del río y los sones comenzaban a aparecer.

Mi lugar volvería a estar junto a Pisínoe, pese a tener que repetir la rutina del trapo. Pasamos la noche en el meandro del río, esforzándome por cumplir mi tradición de mantener al unísono los cinco sentidos de mi amiga pendientes de mí. No podía evitar mirar de vez en cuando al ojo de buey esperando ver asomarse a Ferdi en él.

A la mañana siguiente, acompañé a Pisínoe a través de una feria que cerraba sus puertas, dejándola y despidiéndonos en el tío-vivo del recinto. Alejándome de ella y de su vida, tarareando una improvisada mala cancioncilla que me inspiró el momento ante la similitud de aquel artilugio feriante y lo que estaba siendo mi vida intentando encontrar “el amor verdadero”. Dejándola como anotación para mi Diario y recuerdo de aquellos meses con Pisínoe para mi vejez.