lunes, 1 de septiembre de 2014



Siempre encuentro la oposición en los que defienden la teoría causa efecto ¿no crees que cada elección en tu vida tendrá una consecuencia fruto de la causa misma? "Fata volentem ducunt, nolentem trahunt". Los terceros aparecen inmediatamente alegando que elegimos nuestro destino a través de nuestras decisiones en las condiciones que el azar nos ofrece. Llegados a este enroque en el que comenzamos un debate a tres bandas sin llegar a nada, yo añado un interrogante más ¿Para qué nacemos? ¿Para qué morimos? Según cada ideología así seré contestado, pero nacemos ¿para disfrutar, para sufrir, para procrear, para llenarnos de cosas materiales que cuando muramos se quedarán tras de nosotros?. Los primeros me contestan que tenemos varias vidas en este mundo y eso forma parte del proceso evolutivo. ¡Vale¡ les digo y ¿tenemos un destino diferente en cada una de las vidas o un mismo destino en total?. Habitualmente se callan y balbucean porque es una posibilidad. Si tu destino es llegar a la perfección, lo podrás lograr abriendo la conciencia o aprendiendo con sufrimiento, me contestan los segundos. De modo que cada vez que te apartas del camino, tu vida se complica hasta que regreses al camino marcado. ¡Perfecto¡ les admito, entonces podemos elegir ¿no? Entonces dudan en admitir su propia deducción por asemejarse al catolicismo con el libre albedrio y a los teóricos de la causa efecto. Inmediatamente aducen que es la explicación de por qué unos viven sin esfuerzo muy bien y otros sufren mucho. Les digo que los deterministas escriben su destino. Salen otros opinando que  lo único que está escrito una vez que naces, es que algún día morirás y todo lo demás es suerte. ¿Qué es entonces el azar o la suerte? Les pregunto ¿Otra manera de llamar al destino o a ese ser superior que decide por nosotros? ¡No¡ me responden, nuestra decisión cambia el rumbo de nuestro destino en ese momento, en cambio, el azar deja abiertas las posibilidades futuras. Es decir, les comento, por un lado habláis de consecuencias inmediatas y por el otro de sucesión de acontecimientos, ¿Cómo podéis juntarlos tan alegremente? Si eres rico, tu destino está escrito. Si naces enfermo también está escrito, y tendrás una sucesión de acontecimientos, pero entre tanto, tienes capacidad de tomar decisiones que alterarán ese rumbo en cada momento que lo hagas. Es decir, les digo por intentar aclararme. Planteáis el destino como el navegador del coche que marca el destino y te dirige, pero podemos no obedecer una indicación y el navegador recalcula de nuevo desde allí. Sinceramente me parece muy cómodo, me da libertad de decisión, me quita responsabilidades pero es muy triste, aunque posiblemente acertéis. No sé quien fue el que dijo que la libertad humana es consecuencia de la ignorancia de las causas. Viene a ser lo mismo que decir que el hombre podría predecir su destino si conociera todo el intricando mundo del universo. Creo que de una manera u otra le damos vueltas a tres puntos de vista y no daremos respuesta a la pregunta. Imaginemos que hay unos hilos que nos mueven tras un destino prefijado, entonces podríamos leerlos de algún modo, bien por series matemáticas o cartas, ¡qué más da¡, el caso es que podríamos cambiarlo y si lo podemos cambiar, entonces ya no estaría escrito. Posiblemente nuestros movimientos estén predestinados y nunca conozcamos las causas, sino las consecuencias y cada cambio, sería a su vez una causa o una parte de ese destino. ¿Destino? ¿Azar? ¿Coincidencia? ¡No...¡ No es tan complicado, solo existe un camino con infinidad de direcciones y sentidos que podemos tomar. Lo podemos llamar como queramos, pero lo cierto es que no se puede volver al pasado y cambiar los actos. Otros insisten en decir que nuestro destino es nacer para morir, mientras los contrarios dicen que nuestro destino es nacer para vivir y luego morimos cuando hemos alcanzado el máximo nivel de humanidad. Viene a mi mente el ejemplo de este mismo epítome. Según éso, tengo dos alternativas, primera: el destino de este libro según la primera de estas teorías sería el de tener una tapa de contraportada como todos los libros. Según la segunda teoría, este libro tendría la tapa de la contraportada cuando alcanzase su máximo esplendor. Lo cierto es que al final moriremos en este mundo y los que crean en resurrecciones, reencarnaciones, vidas paralelas etc., son los único que son optimistas ¡Curioso porvenir¡ mi amiga Mª Ángeles diría: “El destino pone personas en nuestro camino, permite que conozcamos la felicidad, ¿Por qué entonces las aparta y en ocasiones nos brinda otra oportunidad? Acaso tenemos que hacernos merecedores de un poco más de felicidad?”

Cuando observo los debates que promociono para extraer la información para este libro, me paro y reflexiono en que podría poner como ensayo vital el debate en semejanza a la vida, y convertirme de este modo, en ser el que provoca que ellos estén sentados debatiendo un tema propuesto por mí. Luego en alguna manera yo soy el que escribe su destino. También soy el que va introduciendo preguntas, dudas y reflexiones, de manera que de algún modo también soy el que conoce la coincidencia, el cambio, la causa-efecto, y además sé de antemano quién va a responder. ¿Les quito la libertad? ¿Cualquiera de los que va a responder ha sido condicionado por mí a la hora de emitir su respuesta y el contenido de ésta? Y si profundizo, yo les elegí para el debate y les proporcioné la documentación para prepararla. ¿Escribí yo su destino? ¿Debo darles un pago de un canon por los derechos del libro de su destino? ¿Desconozco lo que responderán a las preguntas que introduzco en cada momento, pero conozco su destino en el debate, ¿quiere decirse con ello que les niego su libertad y con ello el sentido de vivir? Introduzco otro parámetro en el debate añadiendo que solamente usamos un 12% de la capacidad cerebral. Si usásemos el 100% de la capacidad mental, ¿hablaríamos por telepatía?, ¿comprenderíamos la naturaleza?, ¿estaríamos tratando en diez dimensiones y no en tres?, ¿nos teletransportaríamos?, ¿conoceríamos nuestro destino y adivinaríamos el futuro? Todas nuestras reacciones son respuestas a un estímulo que recibimos del exterior, me dicen unos. Somos subconsciente más consciente, dicen los segundos. Pero absolutamente todos otorgan la duda de qué pasaría si dominásemos todo nuestro potencial cerebral y las consecuencias de manipular nuestro destino y el de los demás. Me relajo con lo que decía Publio Papinio Estacio en “La Tebaida”: “¿Por dónde, oh musas, del Parnaso gloria, mandáis que dé principio al triste cuento? Cantaré en el principio de mi historia de esta gente feroz el nacimiento, traeré el robo de Europa a la memoria, la ley inviolable y mandamiento de Agenor, y forzado del destino a Cadmo, navegante peregrino”...” »Castigar a dos casas determino, aunque de mi descienden (no lo niego): Argos y Tebas son, que ya el destino irrevocable está soplando el fuego. ¿Quién no sabe de Cadmo peregrino la muerte y de su casa el furor ciego, contra quien tantas veces el infierno ha hecho guerra con rigor eterno?”…” Y mientras llega el plazo deseado ir a pasarlo en Argos determina, o en Micenas, do el Sol, avergonzado, en tiempo les negó su luz divina; o que esto ordena el inmudable hado, o Erimnis que a su pena así lo inclina, o que Atropos le enseña este camino, a Argos al fin lo lleva su destino”...” Al punto el noble rey, lleno de espanto, conoce del oráculo divino la verdadera voz que temió tanto, que ya lloró el rigor de su destino; trueca su pena y su pasado llanto en un horror alegre y peregrino, que por sus miembros presuroso vuela, y al pronunciar la voz la lengua hiela”...” »Salve, caverna y voz irrevocable, antigua fé y oráculo divino, y tú también, fortuna variable, que el rigor has trocado del destino.» aquesto dijo el viejo venerable, y luego con los dos guerreros vino, habiendo a cada cual la mano dado a un aposento oculto y retirado”...” Ya todo el escuadrón de tanta gente que tan soberbio y confiado vino, muerto estaba, quedando solamente vivo Meonte, en Tebas adivino; bien el estrago y mortandad presente con tiempo adivinó, más el destino no quiso que algún crédito tuviese, por más veces que al rey se lo dijese”.