lunes, 1 de septiembre de 2014




El tema del destino es de tal importancia para el ser humano que mire donde mire, encuentro el tema. Leyendas, mitología, pinturas, esculturas, arquitectura, oráculos, augurios, magos, adivinadores del futuro, religiones, filósofos, políticas, civilizaciones, apocalípticos, salvadores, héroes, personajes, novelas, música, películas, teatro, imaginería, profecías, fabulas, presagios y adivinanzas, entre otros. Con tanto interés no cabe por menos que seguir preguntándose, ¿Será cierto que nuestro destino ya está escrito? Y si está escrito, ¿Dónde lo han escrito?. ¿En las manos, en las estrellas, en mis sueños, o en mi mente? ¿Se puede tocar el destino? ¿A qué huele, sabe o se escucha el destino? Compruebo con disgusto o placer que cuando la quiromántica lee las manos y me comenta algo, o cuando el astrólogo de turno interpreta la carta astral, o la del tarot presagia algo mío y cada uno de ellos coincide con los otros dos, la inmensa mayoría de la gente está más tranquila porque da fé que eso va a ocurrir. Y si llega a ocurrir, entonces la fé en el destino y la fidelidad a los tres es incondicional. Mientras que si algo malo no ocurre, lo achacan a que de algún modo que aún desconocen han sido capaces de evitarlo. Digo que me llama la atención la facilidad dual de las personas por asumir el cumplimiento estricto o no, del destino en función de lo que les convenga en cada momento. Algunos creen que el destino es lo que determina el día de su muerte; otros creen que es un dios o un ser superior. Pero unos y otros concuerdan en que hay acontecimientos claves en su vida que no pueden evitar. Llegados a este punto de que el destino es el que es, hagamos lo que hagamos, me pregunto ¿para qué molestarnos en trabajar, estudiar o rezar? ¿Para qué seguir a tal o cual dirigente que habla y habla de libertad? ¿Para qué tomar precauciones de seguridad, de alimentación y de gimnasia? Anteriormente comentaba que hasta en las películas aparece el tema del destino y recuerdo lo que dijo el maestro Ooguey de la película de niños “Kung Fu Panda” al maestro Sifu: “Uno suele hallar su destino, en el camino que eligió para evitarlo. Los accidentes no existen. Medita esto y verás que el destino si existe y está escrito”. Dicho de otra manera, que si me caso con una chica tendré un futuro y si lo hago con otra, tendré uno distinto. O si echo a la lotería, mi futuro cambiará. Lo que va en contradicción de que el destino está escrito, pues yo elijo y mi destino es consecuencia de mis decisiones, ¿no?.


Alguno de los amigos a los que he consultado el tema, me contestan que No existe el destino, existe el futuro, y lo vamos forjando nosotros mismos con nuestras propias acciones. Me sorprendo, porque hasta ahora había dado por sentado que destino y futuro tenían la misma consideración. Y no solo ha sido uno, sino varios amigos que interpretaban el destino como un hecho pasado debido a las coincidencias que hubo. Personalmente entiendo que diagnosticar a toro pasado (según la tauromaquia) es harto fácil. ¿Está escrito el destino? ¿Podemos cambiarlo? ¿Es imposible de eludir? ¿Podemos modificarlo para que actúe positivamente a nuestro favor? ¿O debemos resignarnos? Muchos se rebelan a esa posibilidad fatalista y coercitiva de un destino implacable que va cayendo como una losa. Otros lo viven como actores en una película, la de su propia vida. Los terceros se erigen en autores de novela y escriben su propia biografía. Los cuartos entienden que están predestinados a la salvación y cada día se levantan para hacer de ese día, el mejor de todos. Me detengo y añado otro parámetro, ¿Cuál? El de la responsabilidad de nuestros actos y para con los demás. Pues a fin de cuentas, quien más o quien menos, tiene familia y descendencia. ¿Escriben ellos el destino de sus hijos? Este paradigma impide huir fácilmente de la responsabilidad frente a las decisiones tomadas y los actos realizados. Para Osvaldo Carnival, (Fuente: "El Destino: ¿está escrito o podemos cambiarlo?", Osvaldo Carnival,, editorial El Ateneo.) “El destino es una fuerza que te empuja, es una pompa que te lleva, una cuerda que te mueve hacia un lugar que no tenemos poder para elegir. El destino es una excusa para no tener responsabilidades, porque si el destino está escrito y no lo podemos cambiar... ¿De qué sirve enfadarse, de que sirven nuestros lloros y nuestras risas? Si el destino está escrito nosotros no tenemos responsabilidad ninguna sobre nuestros actos, porque no elegimos a donde vamos y por lo tanto el mismo destino que fue escrito antes de nacer es el responsable de nuestras glorias y miserias. Si el destino está escrito no somos más que simples marionetas que bailan al son de su compás. Pero yo no creo en el destino, soy demasiado orgulloso y arrogante como para no predicar mis logros y responsabilizarme de su gloria, de igual forma que soy demasiado sensible como para no llorar mis penas y lamentar mis errores. No creo en el destino porque creo en el libre albedrío, en la capacidad de elegir del ser humano. Creo que todo el mundo escribe su propia historia en el marco que la Suerte te da. Es decir, cuando nacemos no elegimos donde ni cuando, no elegimos la vida que queremos vivir pero sí decidimos como queremos vivirla. Yo no creo en el destino, por si no había quedado claro, pero creo que la suerte nos da unas circunstancias peculiares a cada uno y somos nosotros los responsables de aprovecharlas. "Yo no creo en el destino, para mi el destino no existe, yo creo en lo inevitable pero no en eso que llaman destino, no puede ser que todo lo que hago es un burdo juego al azar."