Muchas palabras tienen un origen
realmente curioso, tanto por su etimología como por su significado. He aquí
algunos ejemplos que hemos encontrado en los diccionarios que son la base de
las consultas de Curiosidario.es. Es posible que existan otras palabras que se
puedan considerar de origen curioso
recogidas en otros diccionarios o academias de la lengua española. Si es
así y quieres que las publiquemos, nos las envías documentando su procedencia y
las publicaremos:
Apretar. Usamos normalmente este verbo en el sentido de ‘estrechar algo con la
mano o los brazos’, pero en un principio solo se apretaba algo cuando se hacía
contra el pecho, de acuerdo con su significado etimológico: Del latín
tardío APPECTORĀRE, de PĔCTUS‘pecho’. De ahí que la Academia
puntualice en su definición: ‘Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de
ordinario con la mano o los brazos’.
Asco es derivado de asqueroso, que procede del latín ESCHĂRA y este del griego ἐσχάρα ‘costra’, ‘postilla’.
Asesino. Del árabe ḥaššāšīn ‘adictos al cáñamo indio’, nombre aplicado a los secuaces del
sectario musulmán conocido por el Viejo de la Montaña, siglo XI, que fanatizados
por su jefe y embriagados de hachís, se dedicaban a ejecutar sangrientas venganzas políticas. Vocablo traído
de Oriente por los cruzados.
Asesor. Del latín ASSESSOR, -ŌRIS ‘el que se sienta al lado’, ‘asesor’,
y este de ASSIDĒRE ‘estar sentado al lado’, ‘asistir’. Es decir, que
en un principio el asesor era el que se sentaba al lado del asesorado, generalmente una persona poderosa.
Avestruz. En la Crónica de
Alfonso XI (hacia 1340) se lee: «unas aves que llaman estruces». Estruz era ya por aquel entonces la adaptación castellana de la voz
provenzal estrutz, que venía del latín STRUTHĬO, que a su vez tenía su origen en el
griego στρουθίων, -ωνος, abreviación de στρουθοχάμηλος (compuesto de στρουθός
‘gorrión’ y χάμηλος ‘camello’, propiamente ‘camello-pájaro’), nombre con el que
se conocía antiguamente a esta ave originaria de África y Arabia. Al principio
del s. XV ya aparece en nuestro idioma la palabra avestruz, cruce de ave y estruz.
Azafata. Viene del antiguo azafate, este del árabe hispánico *assafáṭ, y este del árabe clásico safaṭ ‘canastillo’. Azafate sigue teniendo hoy este significado: ‘Canastillo,
bandeja o fuente con borde de poca altura, tejidos de mimbres o hechos de paja,
oro, plata, latón, loza u otras materias’. Quien tenía el privilegio de sujetar
el azafate a la reina era llamada azafata, tal como se lee en el Diccionario de
Autoridades (1726): «Azafata: f. Oficio de la Casa Real, que sirve una viuda
noble, la qual guarda y tiene en su poder las alhájas y vestidos de la Réina, y
entra a despertarla con la Camaréra mayor, y una señora de honór, llevando en
un azafáte el vestido y demás cosas que se ha de poner la Réina, las quales las
sirve. Llámase Azafata por el azafáte que lleva y tiene en las manos mientras
se viste la Réina». Posteriormente adoptó las acepciones modernas. «Al ser
labores tradicionalmente desempeñadas por mujeres, hasta no hace mucho solo
existía la forma femenina azafata; dado que hoy también las realizan hombres,
se ha creado, y es plenamente válido, el masculino azafato (…) Para referirse
al auxiliar de vuelo se emplea en gran parte de América el término aeromozo»,
explica el Diccionario Panhispánico de Dudas. No obstante, todavía no están
recogidas en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) las voces
aeromozo y azafato. También en este diccionario se encuentra recogida la
voz cabinera ‘azafata de avión’, derivada de cabina, empleada en Colombia y Ecuador.
Baladí ‘de clase inferior, de poco aprecio’. Del árabe baladi ‘del país, indígena’. Hasta el s. XV conservó el significado árabe, de manera
que, por ejemplo, los productos extranjeros (vino, doblas, jengibre), por
considerarse mejores que los nacionales, eran llamados baladís: vino baladí, doblas baladíes, jengibre baladí. De ahí que se generalizara baladí a todo lo de poca estima a partir del principio del s. XVI.
Bidé. Del francés bidet ‘caballito’.
Bigote. De la frase germánica bi God ‘por Dios’, juramento empleado para llamar a personas con bigote, y luego
al bigote mismo. Nos cuenta Corominas que «el bigote era frecuente en Alemania
ya a fines del s. XV, especialmente como distintivo de los lansquenetes,
famosos por el vicio de blasfemar, mientras que en España no apareció hasta
1530 aproximadamente, y se hizo frecuente por los años 50 del mismo siglo.
Sería, pues, un resultado de la gran afluencia de tudescos en tiempo de Carlos
V (…). Pero la presencia de bigot en Nebrija, que nadie ha tenido en cuenta, obliga a revisar estas
conclusiones históricas: no sólo el nombre, sino la cosa debió existir ya en
España en el s. XV, aunque quizá fuese poco frecuente. Luego convendría ampliar
las averiguaciones en el material literario e iconográfico extendiéndolas a
este siglo. Antes de 1495 los contactos entre castellanos y alemanes habían
sido poco frecuentes, pues estamos antes de la fecha en que llegó Felipe el
Hermoso con su séquito de caballeros austriacos». Pero, naturalmente, el uso
del bigote es muy anterior al siglo XV. Hay relieves asirios que representan a
los reyes con bigote partido, sin pelo en el centro y con las puntas rizadas en
voluta. Cuestión de moda, ha habido épocas y pueblos en que no gustaban
(egipcios, fenicios, griegos y romanos. por ejemplo, se los rasuraban) y épocas
y pueblos en que sí, como los bárbaros. En España, durante el siglo XIV, se
usaron grandes bigotes y barba puntiaguda, costumbre que pasó a Francia y
después a toda Europa. Desde tiempos del rey francés Francisco I pasó a ser una
moda militar, usándose mostachos ‘a la española’, retorcidos y completados con
la perilla, rizados con tenacilla como los que lucían los reyes españoles desde
Carlos V a Felipe V. Pero, ¿cómo se llamaba en castellano este adorno capilar
sobre el labio superior en los siglos anteriores al XV? Lo ignoramos porque la
primera prueba documental que tenemos del vocablo bigote es, como señalaba Corominas, la de Nebrija en 1494 («bigot de barva:
mustax»). Probablemente no existía, pues cuando el español ha tomado prestada
una voz extranjera, generalmente lo ha hecho porque carecía de una propia que
sirviera para designar aquello que era menester.