viernes, 5 de septiembre de 2014

expresiones curiosas

Muchas palabras tienen un origen realmente curioso, tanto por su etimología como por su significado. He aquí algunos ejemplos que hemos encontrado en los diccionarios que son la base de las consultas de Curiosidario.es. Es posible que existan otras palabras que se puedan considerar de origen curioso recogidas en otros diccionarios o academias de la lengua española. Si es así y quieres que las publiquemos, nos las envías documentando su procedencia y las publicaremos:

Apretar. Usamos normalmente este verbo en el sentido de ‘estrechar algo con la mano o los brazos’, pero en un principio solo se apretaba algo cuando se hacía contra el pecho, de acuerdo con su significado etimológico: Del latín tardío APPECTORĀRE, de PĔCTUS‘pecho’. De ahí que la Academia puntualice en su definición: ‘Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de ordinario con la mano o los brazos’.

Asco es derivado de asqueroso, que procede del latín ESCHĂRA y este del griego σχάρα ‘costra’, ‘postilla’.

Asesino. Del árabe aššāšīn ‘adictos al cáñamo indio’, nombre aplicado a los secuaces del sectario musulmán conocido por el Viejo de la Montaña, siglo XI, que fanatizados por su jefe y embriagados de hachís, se dedicaban a ejecutar sangrientas venganzas políticas. Vocablo traído de Oriente por los cruzados.

Asesor. Del latín ASSESSOR, -ŌRIS ‘el que se sienta al lado’, ‘asesor’, y este de ASSIDĒRE ‘estar sentado al lado’, ‘asistir’. Es decir, que en un principio el asesor era el que se sentaba al lado del asesorado, generalmente una persona poderosa.

Avestruz. En la Crónica de Alfonso XI (hacia 1340) se lee: «unas aves que llaman estruces». Estruz era ya por aquel entonces la adaptación castellana de la voz provenzal estrutz, que venía del latín STRUTHĬO, que a su vez tenía su origen en el griego στρουθίων, -ωνος, abreviación de στρουθοχάμηλος (compuesto de στρουθός ‘gorrión’ y χάμηλος ‘camello’, propiamente ‘camello-pájaro’), nombre con el que se conocía antiguamente a esta ave originaria de África y Arabia. Al principio del s. XV ya aparece en nuestro idioma la palabra avestruz, cruce de ave estruz.

Azafata. Viene del antiguo azafate, este del árabe hispánico *assafá, y este del árabe clásico safa ‘canastillo’. Azafate sigue teniendo hoy este significado: ‘Canastillo, bandeja o fuente con borde de poca altura, tejidos de mimbres o hechos de paja, oro, plata, latón, loza u otras materias’. Quien tenía el privilegio de sujetar el azafate a la reina era llamada azafata, tal como se lee en el Diccionario de Autoridades (1726): «Azafata: f. Oficio de la Casa Real, que sirve una viuda noble, la qual guarda y tiene en su poder las alhájas y vestidos de la Réina, y entra a despertarla con la Camaréra mayor, y una señora de honór, llevando en un azafáte el vestido y demás cosas que se ha de poner la Réina, las quales las sirve. Llámase Azafata por el azafáte que lleva y tiene en las manos mientras se viste la Réina». Posteriormente adoptó las acepciones modernas. «Al ser labores tradicionalmente desempeñadas por mujeres, hasta no hace mucho solo existía la forma femenina azafata; dado que hoy también las realizan hombres, se ha creado, y es plenamente válido, el masculino azafato (…) Para referirse al auxiliar de vuelo se emplea en gran parte de América el término aeromozo», explica el Diccionario Panhispánico de Dudas. No obstante, todavía no están recogidas en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) las voces aeromozo y azafato. También en este diccionario se encuentra recogida la voz cabinera ‘azafata de avión’, derivada de cabina, empleada en Colombia y Ecuador.

Baladí ‘de clase inferior, de poco aprecio’. Del árabe baladi ‘del país, indígena’. Hasta el s. XV conservó el significado árabe, de manera que, por ejemplo, los productos extranjeros (vino, doblas, jengibre), por considerarse mejores que los nacionales, eran llamados baladís: vino baladí, doblas baladíes, jengibre baladí. De ahí que se generalizara baladí a todo lo de poca estima a partir del principio del s. XVI.

Bidé. Del francés bidet ‘caballito’.

Bigote. De la frase germánica bi God  ‘por Dios’, juramento empleado para llamar a personas con bigote, y luego al bigote mismo. Nos cuenta Corominas que «el bigote era frecuente en Alemania ya a fines del s. XV, especialmente como distintivo de los lansquenetes, famosos por el vicio de blasfemar, mientras que en España no apareció hasta 1530 aproximadamente, y se hizo frecuente por los años 50 del mismo siglo. Sería, pues, un resultado de la gran afluencia de tudescos en tiempo de Carlos V (…). Pero la presencia de bigot en Nebrija, que nadie ha tenido en cuenta, obliga a revisar estas conclusiones históricas: no sólo el nombre, sino la cosa debió existir ya en España en el s. XV, aunque quizá fuese poco frecuente. Luego convendría ampliar las averiguaciones en el material literario e iconográfico extendiéndolas a este siglo. Antes de 1495 los contactos entre castellanos y alemanes habían sido poco frecuentes, pues estamos antes de la fecha en que llegó Felipe el Hermoso con su séquito de caballeros austriacos». Pero, naturalmente, el uso del bigote es muy anterior al siglo XV. Hay relieves asirios que representan a los reyes con bigote partido, sin pelo en el centro y con las puntas rizadas en voluta. Cuestión de moda, ha habido épocas y pueblos en que no gustaban (egipcios, fenicios, griegos y romanos. por ejemplo, se los rasuraban) y épocas y pueblos en que sí, como los bárbaros. En España, durante el siglo XIV, se usaron grandes bigotes y barba puntiaguda, costumbre que pasó a Francia y después a toda Europa. Desde tiempos del rey francés Francisco I pasó a ser una moda militar, usándose mostachos ‘a la española’, retorcidos y completados con la perilla, rizados con tenacilla como los que lucían los reyes españoles desde Carlos V a Felipe V. Pero, ¿cómo se llamaba en castellano este adorno capilar sobre el labio superior en los siglos anteriores al XV? Lo ignoramos porque la primera prueba documental que tenemos del vocablo bigote es, como señalaba Corominas, la de Nebrija en 1494 («bigot de barva: mustax»). Probablemente no existía, pues cuando el español ha tomado prestada una voz extranjera, generalmente lo ha hecho porque carecía de una propia que sirviera para designar aquello que era menester.