Hablamos de oráculos sin saber
exactamente lo que son. Para unos, el oráculo es una virgen que unos magos
mantienen para sus placeres. Mientras la drogan y embriagan, la joven tiene
visiones de lo que ocurrirá en el futuro. Lo habitual es que el oráculo sea una
respuesta a una pregunta. ¿De quién? De un dios o un ser superior que se
transmite a través de sacerdotes o sacerdotisas, o de la Pitia, o
de la Pitonisa griega y romana de turno, o la Sibila.
En terceras ocasiones se hacen interpretaciones de las señales que nos rodean y
se sacan conclusiones. Me refiero a símbolos de piedras, de nubes, de cartas,
de runas, de palillos, de posos de té o café y de entrañas de animales
sacrificados, etc. Por extensión, se llama oráculo al propio lugar en que se hace la
consulta y se recibe la respuesta (el oráculo). ¿Dónde se ubicaban los oráculos
en la antigüedad? Oráculo de Delfos en Grecia,
en la falda del monte Parnaso, el Oráculo de Dádimo en
la costa de Asia Menor, el Oráculo de Dódona en Epiro, (Grecia) en las montañas, al sur del
lago Pamboris, el Oráculo de Olimpia en la ciudad griega de Olimpia,
en Elis, en el Peloponeso oriental,
el Oráculo de Delos, isla griega situada en el mar
Egeo, los Oráculos egipcios
de Heliópolis y Abidos,
el oráculo del dios Amón-Ra en
el oasis egipcio de Siwa,
en el desierto de Libia, el Oráculo hebreo,
de Goralot, los Oráculos de Fenicia, asociados con las deidades
Baalzebub (Belcebú) y Baalim, los oráculos de Babilonia y Caldea
de los pueblos bele-beri (señores de la adivinación), los
Oráculos Yoruba, compuestos por tres
sistemas: el primero se trabaja con cocos y es denominado biagué, el segundo es denominado diloggun y
trabaja con caracoles, y el tercero y más extenso y completo es el denominado
oráculo de Ifá. Me relajo con lo que decía Virgilio en “La Eneida”: “Turno cierra con Hilo, que iba a acometerle ciego
de furor, y le asesta una lanza en las sienes, cubiertas de un yelmo de oro,
atravesándole con ella y dejándosela hincada en el cerebro. No bastó tu diestra
para liberarte de Turno, ¡Oh Creteo! el más fuerte de los Griegos, ni
protegieron a Cupenco sus dioses cuando vino sobre él Eneas, que le abrió el
pecho con su pesada espada, sin que aprovechase al mísero la defensa del
herrado broquel. También a tí, Eolo, te vieron caer los campos laurentinos y
cubrir gran trecho la tierra con tu cuerpo; ¡Tú, a quien no pudieron postrar ni
las falanges argivas, ni Aquiles, el destructor del reino de Príamo, sucumbes
aquí; aquí había señalado el destino término a tu vida; tenías un gran palacio
al pie del Ida, un gran palacio en Lirneso; en el suelo laurentino tienes un
sepulcro. Todas las huestes, todos los Latinos, todos los Troyanos se traban en
fiera lid; Mnesteo, y el impetuoso Seresto, y Mesapo, domador de caballos, y el
fuerte Asilas, y la infantería toscana, y la caballería árcade de Evandro,
todos luchan cuerpo a cuerpo con desesperado brío, sin descanso, sin tregua, en
grande y recia batalla”.
Cariño:
¿Qué es
el destino? Es la pregunta que nos hacemos constantemente y a la que intento
dar respuesta. Los filósofos me dirían que es un constructo metafísico con el que podemos especular a adivinar cosas y
situaciones. Otros profundizarían en la definición diciendo que es una “sucesión incognoscible
e inevitable de acontecimientos que ocurren en diferente lugar y tiempo cuya
consecuencia del pasado afecta a uno o más hechos futuros, así como a toda la
red de posibilidades del futuro porque las acciones presentes derivan de las
pasadas y las futuras de las presentes”. Reflexiono echando un vistazo a la historia y veo que
el sentir religioso del pasado, queda en un segundo plano cuando los filósofos
acuerdan que el destino es por las leyes de la causa y efecto, produciendo un
punto de inflexión en la forma del conocimiento humano en lo referente a sí
mismo y a su entorno. El destino se relacionaría con la teoría de la causalidad que afirma que, si “toda
acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la misma reacción»,
a menos que se combinen varias causas entre sí haciendo impredecible a nuestros
ojos el resultado”. Dicho de otro modo, que la suerte no existe y todo
tiene un por qué. Pero como no pueden dar explicaciones a todo lo que ocurre y
se derivan en supersticiones, magias y todo tipo de recursos por intentar
controlar el destino, es decir lo inevitable e intangible; los filósofos se
reúnen en torno a los Kant de turno y deciden que todo lo que se acuerde en
grupo en asamblea, es lo correcto. Lo que no deja de llamarme la atención, pues
se convierten de una manera u otra en sustitutos del que designa el destino y
se deja siempre a un lado la libre elección del ser humano y su libertad. Pues
haga lo que haga, a un ser superior, o la ley causa – efecto o los reunidos en
asamblea, van a decidir el destino de los demás. ¡Ufff¡ ¿Y con eso, el problema
de la esencia humana queda resuelto a votos, o por resignación? Entonces ¿para
qué narices hablamos de libertades? Parto de la base de que existe el destino,
porque si admito lo contrario, dejaría de profundizar en este estudio. Admitido
el supuesto, sigo preguntándome que si alguien o algo, de un modo casual,
acordado o establecido decide por mi ese destino, ¿Habrá tenido en cuenta un
destino grupal único, para que todo tenga sentido? O por el contrario ¿se
deciden los destinos como sacando conejos de un sombrero? Me explico mejor. Si
el humano forma parte del universo como es obvio, habrá que hacer un criterio
de demarcación entre el sujeto y el universo. Y eso sin dar posibilidades a la
libertad de elección del sujeto, pero teniendo en cuenta un equilibrio global,
que dé algo de sentido a este mejunje ¡digo yo
r � A m @�[ � sigo estudiando, llego a las Pausanias y en ellas se
describe ya a Zeus como el “Dador de destino”, lo que parece más coherente con
la visión pedagógica de que nadie domina a un dios. Esquilo, Herodoto o Platón,
consideraban a Zeus conocedor y administrador del destino de los hombres. En
otros textos, encuentro que las Moiras no eran hijas de Anaké, pero sí de Nix (la
Noche) y Caos. Y en alguno otro se identifica
a Caos con la Necesidad y por tanto, con Anaké. H. J. Rose va más allá y dice
que además de las Moiras, Anaké era la madre de las Erinias. Algunos mitólogos
afirman que Zeus es el padre de las Moiras y la madre era Temis (la
Justicia). Sus equivalentes en la mitología romana eran
las Parcas o Fata.
En la nórdica las
Nornas. En otras diosas indoeuropeas son las hilanderas del
destino como la diosa báltica Laima y
sus dos hermanas. Shakespeare se inspiró en este mito para crear
las tres brujas que aparecen en Macbeth, cuya intervención es determinante
en el destino del protagonista. Volviendo a Ananké. ¿Cómo fue su progreso en otras
mitologías? Fue rebautizada en primer lugar como como Fatum en la mitología
romana, y posteriormente como Necessitas. Es decir “La Necesidad”. Etimológicamente, la
palabra latina fatum,-i, significa oráculo,
vaticinio, o predicción y deriva a la palabra española «hado». También tenía el
significado de fatalidad. De la misma familia que fatum,i encontramos fas, o la ley divina.