Decía William Shakespeare en “Hamlet”: “Ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma
soportar las flechas y pedradas de la áspera Fortuna o armarse contra un mar de
adversidades y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, nada más. Y si
durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la
carne, sería una conclusión seriamente deseable. Morir, dormir: dormir, tal vez
soñar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno,
ya libres del agobio terrenal, es una consideración que frena el juicio y da
tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién soportaría los azotes e injurias de
este mundo, el desmán del tirano, la afrenta del soberbio, las penas del amor
menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, los insultos que
sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas uno mismo con un simple puñal?
¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, si no
es porque el temor al más allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningún
viajero vuelve, detiene los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos
antes que huir hacia otros que ignoramos? La conciencia nos vuelve unos
cobardes, el color natural de nuestro ánimo se mustia con el pálido matiz del
pensamiento, y empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su
curso y ya no son acción. - Pero, alto: la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias
recuerda mis pecados.”